Krishnamurti intenta investigar qué diferencia existe entre el pensamiento,
la inteligencia y lo inmensurable. El pensamiento es el recuerdo de la memoria,
es el pasado, lo conocido que ha construido un espacio en el que actuamos y
pensamos, que nos condiciona.
Krishnamurti se pregunta cómo hacer para acceder al espacio de lo
inmensurable sin despojarnos de la limitación de nuestros pensamientos para
poder buscar la libertad.
Un espacio que permita pensar sin fragmentar,
sin remitirse a experiencias anteriores, que sólo se mueva con la experiencia
sin la carga del pasado. Una inteligencia capaz de algo así puede alcanzar lo
inmensurable, porque la inteligencia no es el pensamiento, que está en el
tiempo, la inteligencia está más allá del tiempo. La inteligencia es la que
proporciona armonía entre la mente, el corazón y el cuerpo, no actúa con
palabras sino con sentimientos y descubre la realidad tal como es. El espacio
que ocupa la inteligencia no tiene fronteras, es inimaginable, silencioso,
donde no puede llegar el pensamiento. El espacio del pensamiento, que es
limitado por el tiempo, crea aislamiento, mundos diferentes divididos por
muros, razas, religiones, categorías; y es estrecho y cerrado.
Krishnamurti
afirma que cualquier progreso individual o mejora propia es la más inflexible
forma de aislamiento, porque tiene medida y está en el tiempo, y todo lo que es
mensurable trae conflicto. ¿Puede este tipo de pensamiento enlazarse al otro
que no pertenece a este mundo, para
buscar la libertad, y poder funcionar igualmente en el mundo real, sólo cuando
es necesario para poder vivir, y a la vez permanecer absolutamente quieto y
silencioso y con esa inteligencia ver la realidad tal cual es? El pensamiento,
que es tiempo, debe funcionar en el área del conocimiento, pero sólo es
altamente inteligente cuando accede al espacio infinito donde hay silencio, sin
condicionamientos y es en ese amplio espacio de silencio donde está el sentimiento
de la belleza y el amor.
Cuando el pensamiento funciona con esta inteligencia,
no busca experiencias, sino que experimenta directamente sin necesidad de
repetir historias, porque se mueve con cada experiencia como si fuera algo que
ocurre por primera vez. Esa inteligencia no divide, no fragmente, no juzga,
percibe el hecho, lo experimenta y permanece quieta y en silencio. Cuando se
produce la pérdida de un ser querido, sólo la inteligencia nos permite
quedarnos quietos y en silencio con el dolor, sin buscar explicaciones ni
causas, es el pensamiento el que trata de controlar, indagar y sufrir. La
armonía entre cuerpo, mente y corazón es quietud, no entusiasmo, excitación o
sentimentalismo, sino plenitud, armonía, la profundidad del amor y es entonces
cuando lo inmensurable Es.
Cuando estamos alertas no necesitamos esperar que
ocurra nada en especial, porque nos sentimos activos, vitales, en
movimiento. En cambio cuando estamos
inatentos ocurren cosas y entonces
actuamos desde el nivel de lo que no es verdadero y estamos nerviosos,
ansiosos, atrapados y desesperados. El que tiene una percepción alerta todo el
día, durante el sueño también la tiene,
de modo que estará tranquilo y en paz, no tendrá nada que examinar ni en
qué preocuparse. Porque el cerebro exige orden y si tenemos percepción alerta,
al final del día está ordenado y no tiene que producir orden durante la noche;
y al otro día puede estar extraordinariamente vital y no muerto, drogado o
corrupto.
Fuente: “La Persecución del Placer” El despertar de la inteligencia
(vol.II),
Fundación Krishnamurti, Ed.Sirio
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