Desde la perspectiva
budista, la mente es vista como un flujo de eterna continuidad de experiencia
carente de un principio o fin absoluto. No surge en el momento del nacimiento,
como una propiedad emergente del organismo físico o el resultado de un acto de
creación divina, ni cesa o desaparece durante la transición del morir. Esta
entidad no se crea ni se destruye, sino que como todo fenómeno, tan sólo se
transforma.
A su vez se afirma que la mente carece de una substancia intrínseca
y que la identidad temporal con la que cuenta, como por ejemplo al poseer una
existencia humana, puede perderse al momento del morir, en dependencia de las
acciones pasadas del individuo.
Así se piensa que la conciencia o el principio
vital, puede experimentar renacimiento en cualquiera de múltiples reinos de
existencia. Algunos favorables y otros desfavorables para el desarrollo
espiritual. No obstante, ninguno de ellos es permanente y todos representan el
resultado de la maduración de las acciones pasadas del individuo. La meta de la
tradición budista radica en trascender toda forma de vida y renacimiento
habitual, compulsivo e inconsciente y lograr el despertar espiritual que
implica el reconocimiento de la naturaleza esencial de la mente, logro que nos
permite dirigir conscientemente nuestra vida, muerte y renacimiento en
beneficio de todos los seres.
Los grandes contemplativos budistas son
capaces de viajar lúcida y voluntariamente a través de los distintos mundos en
donde el individuo ordinario puede experimentar renacimiento y muy a menudo
visitan estas dimensiones de vida, con el objetivo de guiar a aquellos que ahí
moran a través de las etapas del sendero al despertar.
La siguiente historia tiene como protagonista
al gran maestro tibetano Tsike Chokling, quien viviera a mediados del siglo XX
en el este del Tibet y fuera considerado como la encarnación del incomparable
maestro Chkgyur Lingpa, uno de los más prominentes contemplativos tibetanos del
siglo XIX. La anécdota fue narrada directamente a mi maestro Urgyen Tulku
Rinpoche quien la relata en su autobiografía “Esplendor Iridiscente”.
Ahora yo
se las comparto a ustedes:
Había un viejo lama, el tesorero en un pequeño
monasterio, quien tan sólo había pasado los últimos meses de su vida en retiro.
Se encontraba postrado en su lecho de muerte cuando mandó llamar a Tsike
Chokling a quien a menudo se le solicitaban instrucciones finales y
empoderamientos (rituales budistas tibetanos) antes de morir.
El viejo monje
comentó:
“Tú eres considerado como la encarnación del gran Chkgur Lingpa por lo
que tengo algo especial que solicitarte. No se trata de una petición ordinaria
o convencional por lo que me tienes que hacer una promesa.”
Tsike Chokling pensó:
“Pobre viejo, la gente
se atemoriza tanto al borde de la muerte y piensan que en el momento final
todavía hay tiempo para cambiar su vida entera. Aquí tenemos a otro, aterrado
más allá de su razón y temeroso de renacer en los reinos inferiores. ¿Cómo
puedo prometerle que sus acciones negativas no lo arrastrarán a los reinos
paranoides?, quizás debió de haber comenzado sus recitaciones y meditaciones
mucho más temprano en su vida.”
Pero al monje tan sólo le dijo: “dime lo que
deseas.”
“Antes de que te diga” afirmó el viejo lama,
“debes de prometerme decir que sí. Tan sólo entonces te diré.”
Tsike Chokling replicó: “¡Tú dime primero y
luego decidiré!”
El viejo lama continuó arguyendo su punto de
vista hasta que Tsike Chokling finalmente tuvo que asentir.
“No tengo otro deseo más que éste. Todos
sabemos que los tres reinos inferiores (reino infernal, de los espíritus y
animales) son horrorosos, en especial las 18 regiones de los reinos infernales.
¿No es el más inferior de estos el infierno de la tortura incesante y más abajo
que este el temido infierno diamantino? Ahí es donde deseo ir. Por favor Lama,
mándame directamente a este reino en el momento mismo de mi muerte. ¡Esto es lo
que debes de prometer hacer por mi!”
“¿Porqué es que deseas ir ahí? Preguntó Tsike
Chokling y ¿porqué requieres de mi ayuda?
“Sin tu ayuda y bendiciones no existe forma
alguna de que por mi mismo pueda renacer en este reino a menos que sea ahí
enviado por alguien con poderes especiales. No me es posible por mi mismo visitar
el infierno diamantino. Ya de tiempo en tiempo he visitado reiteradamente a las
otras 18 regiones del infierno pero no me ha sido posible descender hasta esta
tan temida dimensión por lo que tú, el tulku (encarnación) de Chokgur Lingpa,
¡debes de ayudarme!”
Tsike Chokling más tarde comentó: “El viejo
lama realmente poseía confianza en la visión (punto de vista budista) y se
encontraba totalmente ausente de temor. Poco tiempo después murió y a la fecha
no he vuelto a encontrar a ninguna otra persona con ese nivel de valentía.
Todas los otros individuos que he visitado en su lecho de muerte me han
solicitado les ayude a escapar de esto o liberarse de lo otro. De hecho, una
persona inclusive me pidió que me cerciorara de que eventualmente obtendría la
completa iluminación, más nadie me había antes solicitado enviarlo a los reinos
infernales, en especial no al infierno diamantino.”
“Este viejo Lama realmente me impresionó,”
añadió Tsike Chokling, “de hecho gané gran fe en él. De mi propia voluntad
volví para estar presente durante la ceremonia de la cremación de su cuerpo y
con mis propios ojos pude constatar que entre las cenizas de la pira funeraria
quedaron una gran cantidad de reliquias (píldoras de color dorado y plateado
que generalmente dejan los grandes meditadores al morir). Durante la cremación
todos vimos como una gran cantidad de arco iris emanaban de la pira funeraria.”
¿Qué es lo que todo esto significa? Quizás que
el viejo lama había trascendido toda experiencia de esperanza y temor. Una vez
que una persona ha actualizado el despertar original de la mente esencial,
renacer en los reinos inferiores no es ya más un peligro y el prospecto de
obtener la iluminación en algún otro lugar no es ya más visto como una promesa,
ya que esta persona ha despertado en el espacio interior de la pureza
primordial. Tal individuo se encuentra en la frontera de la total iluminación
en el momento de la muerte por lo que tendríamos que cuestionarnos si en efecto
para alguien así existe algo que temer.
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