Gosho Zenshu, pág. 1463.
The Major Writings of Nichiren Daishonin, vol. 1, pág. 153.
He recibido una túnica blanca de invierno y otra gruesa y acolchada, así como un kan [1] de monedas, mediante los oficios de Hoki-bo.[2] Hoki-bo, Sado-bo [3] y los creyentes de Atsuhara, unidos con fe valerosa, demostraron la verdadera fuerza del itai doshin.[4]
Si el itai doshin (muchas personas con un mismo propósito) prevalece entre los hombres, estos lograrán todos sus objetivos, mientras que, en dotai ishin (una persona con distintos propósitos) no conseguirán nada notable. En los más de tres mil volúmenes que integran la literatura confuciana y taoísta, hay ejemplos de sobra. El rey Chou, de la dinastía Yin, encabezó un ejército de setecientos mil soldados, en la contienda contra el rey Wu, de la dinastía Chou.
The Major Writings of Nichiren Daishonin, vol. 1, pág. 153.
He recibido una túnica blanca de invierno y otra gruesa y acolchada, así como un kan [1] de monedas, mediante los oficios de Hoki-bo.[2] Hoki-bo, Sado-bo [3] y los creyentes de Atsuhara, unidos con fe valerosa, demostraron la verdadera fuerza del itai doshin.[4]
Si el itai doshin (muchas personas con un mismo propósito) prevalece entre los hombres, estos lograrán todos sus objetivos, mientras que, en dotai ishin (una persona con distintos propósitos) no conseguirán nada notable. En los más de tres mil volúmenes que integran la literatura confuciana y taoísta, hay ejemplos de sobra. El rey Chou, de la dinastía Yin, encabezó un ejército de setecientos mil soldados, en la contienda contra el rey Wu, de la dinastía Chou.
Este último
apenas tenía ochocientos hombres.[5] Sin embargo, las tropas del rey Chou
perdieron a causa de la desunión, mientras que el ejército del rey Wu pudo
vencer gracias a su unión perfecta. Inclusive una sola persona que tenga metas
contradictorias acabará fracasando. Sin embargo, cien o mil hombres son capaces
de conseguir su objetivo sin falta, cuando comparten un mismo propósito.
Aunque
los japoneses son numerosos, les será difícil lograr cualquier cosa, ya que su
espíritu está dividido. Por el contrario, creo que Nichiren y sus discípulos son
pocos numéricamente, pero cumplirán su grandiosa misión de propagar el Sutra del
Loto, porque actúan con itai doshin. Una sola llovizna es suficiente para apagar
muchos incendios voraces, y una sola gran verdad basta para derrotar numerosas
fuerzas maléficas. Nichiren y sus discípulos son prueba de ello.
Usted ha servido al Sutra del Loto con devoción durante muchos años. Y, además, demostró poseer una fe notable, durante el reciente episodio de Atsuhara. Muchas personas me lo han dicho, inclusive Hoki-bo y Sado-bo. Escuché todo atentamente y lo informé a la deidad del Sol y a Tensho Daijin.
Tendría que haberle respondido antes, pero no había nadie que pudiese llevarle esta carta. Nissho [6] se marchó tan pronto, que no tuve tiempo de terminar de escribirla antes de su partida.
Algunos se preguntarán si, realmente, los mongoles nos atacarán otra vez. Pero yo opino que la invasión es inminente. Este hecho sería deplorable, pues representaría la ruina de nuestra nación; pero, si no sucede, el pueblo del Japón calumniará el Sutra del Loto más que nunca, y todas las personas caerán en el infierno del sufrimiento incesante.
Puede que la nación sea devastada por las fuerzas superiores de los mongoles, pero disminuirán los actos contra la Ley del Budismo. La derrota sería como la cauterización con moxa, que cura las enfermedades, o como la acupuntura, que alivia el malestar. Ambas son dolorosas en ese instante, pero luego brindan bienestar.
Yo, Nichiren, soy el emisario del Sutra del Loto, mientras que los japoneses son como el rey Mihirakula, quien erradicó el Budismo de la India. Puede decirse que el Imperio Mongol es como el rey Himatala [7] de las Montañas Nevadas, un mensajero de los cielos que fue enviado para castigar a los que se mostraban hostiles con el devoto del Sutra del Loto. Si los japoneses se arrepienten, serán como el rey Ajatashatru, quien se convirtió en devoto seguidor del Budismo; al hacerlo, curó la lepra que padecía y prolongó su vida cuarenta años más. Como Ajatashatru, profesarán la fe, a pesar de su incredulidad inicial, y percibirán la eternidad de la vida.
Con mi profundo respeto,
Nichiren.
Usted ha servido al Sutra del Loto con devoción durante muchos años. Y, además, demostró poseer una fe notable, durante el reciente episodio de Atsuhara. Muchas personas me lo han dicho, inclusive Hoki-bo y Sado-bo. Escuché todo atentamente y lo informé a la deidad del Sol y a Tensho Daijin.
Tendría que haberle respondido antes, pero no había nadie que pudiese llevarle esta carta. Nissho [6] se marchó tan pronto, que no tuve tiempo de terminar de escribirla antes de su partida.
Algunos se preguntarán si, realmente, los mongoles nos atacarán otra vez. Pero yo opino que la invasión es inminente. Este hecho sería deplorable, pues representaría la ruina de nuestra nación; pero, si no sucede, el pueblo del Japón calumniará el Sutra del Loto más que nunca, y todas las personas caerán en el infierno del sufrimiento incesante.
Puede que la nación sea devastada por las fuerzas superiores de los mongoles, pero disminuirán los actos contra la Ley del Budismo. La derrota sería como la cauterización con moxa, que cura las enfermedades, o como la acupuntura, que alivia el malestar. Ambas son dolorosas en ese instante, pero luego brindan bienestar.
Yo, Nichiren, soy el emisario del Sutra del Loto, mientras que los japoneses son como el rey Mihirakula, quien erradicó el Budismo de la India. Puede decirse que el Imperio Mongol es como el rey Himatala [7] de las Montañas Nevadas, un mensajero de los cielos que fue enviado para castigar a los que se mostraban hostiles con el devoto del Sutra del Loto. Si los japoneses se arrepienten, serán como el rey Ajatashatru, quien se convirtió en devoto seguidor del Budismo; al hacerlo, curó la lepra que padecía y prolongó su vida cuarenta años más. Como Ajatashatru, profesarán la fe, a pesar de su incredulidad inicial, y percibirán la eternidad de la vida.
Con mi profundo respeto,
Nichiren.
De mi puño y letra.
En el sexto día del octavo mes.
En el sexto día del octavo mes.
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