Gosho Zenshu, pág. 1114.
The Major Writings of Nichiren Daishonin, vol. 2, pág. 194
The Major Writings of Nichiren Daishonin, vol. 2, pág. 194
Espero que lea esta carta una y otra vez, junto a la esposa de
Toshiro. El Sol despeja la oscuridad, por profunda que ésta sea. El corazón de
una mujer podría compararse con la oscuridad, y el Sutra del Loto, con el Sol.
Un bebé no siempre reconoce a su madre, pero ella jamás se olvida de su hijo. El
buda Shakyamuni podría compararse con una madre, y la mujer, con el hijo. Si dos
personas se desean mutuamente, jamás se separarán. Pero aunque alguien ansíe a
otra perso-na, si ésta no siente lo mismo, a veces estarán unidos, y a veces,
separados. El Buda podría compararse con el que siempre ansía al otro, y la
mujer, con el que no siempre siente lo mismo. Pero si ansiamos al buda
Shakyamuni de verdad, ¿acaso éste podría dejar de revelársenos?
Uno podrá
decir que una roca es una joya, pero no por eso la roca deja de ser lo que es.
Uno podrá decir que una joya es una roca, pero igual sigue siendo una joya. En
nuestra época, las doctrinas de todas las otras escuelas, como la del Nembutsu,
que se basan en enseñanzas provisiona-les del Buda, son como rocas. La gente
dirá que el Nembutsu es igual al Sutra del Loto, pero eso no basta para que así
sea. Y la gente podrá actuar contra el Sutra del Loto, pero eso no lo afectará
más que lo que puede afectarle a una joya que le digan "roca".
Hace mucho
tiempo, en la China, hubo un malvado gober-nante de nombre Hui-tsung. Mal
influido por los sacerdotes taoístas, destruyó estatuas y sutras del Budismo y
obligó a todos los monjes y monjas a regresar a la vida secular, hasta que no
quedase uno solo dedicado a la actividad reli-giosa. Entre los sacerdotes, hubo
uno —Fa-tao, maestro del Tripitaka—, que se negó a obedecer la orden imperial.
Por su actitud, fue marcado en el rostro y exiliado a la región sita al sur del
río Yangtzé. Yo nací en una época en que los gobernantes depositan su fe en la
escuela Zen, que es tan errónea como las doctrinas del Taoísmo y, al igual que
Fa-tao, tuve que enfrentar graves dificultades.
Ustedes dos, señoras, han
nacido como plebeyas y viven en Kamakura [sede del gobierno]; sin embargo, creen
en el Sutra del Loto, sin que las preocupe la mirada inquisitiva de los demás ni
el peligro que ello pueda representar para su vida. Y esto es algo sencillamente
extraordinario. Sólo se me ocurre que su fe es como la gema que, al ser puesta
en un estanque fangoso, milagrosamente vuelve cristalinas las aguas. Ustedes son
como la persona que, al escuchar algo nuevo en boca de un hombre sabio, cree
cada una de sus palabras y logra comprender la verdad. ¿Será así porque el buda
Shakyamuni y los bodhisattvas Fugen, Yakuo y Shukuoke habitan en su corazón? A
esto se refiere el fragmento del Sutra del Loto cuando dice que, si en la tierra
de Jambudvi-pa, uno puede creer en este sutra, eso se debe al poder del
bodhisattva Fugen.
La mujer es como la glicina, y el hombre, como el pino. La
glicina no puede mantenerse erguida ni un instante si se la separa del pino que
la sostiene. Y sin embargo, en esta época turbulenta, cuando ni siquiera tienen
sirvientes en quienes confiar, ustedes han enviado a sus esposos hasta aquí [la
isla de Sado]. Esto demuestra que su sinceridad es más profunda que la tierra,
así que las deidades terrenales sin falta deben de estar conscientes de ello. Su
sinceridad es más elevada que el cielo, así que las deidades celestia-les Bonten
y Taishaku también ya lo habrán notado.
El Buda enseñó que a todas las personas,
desde el momento en que nacen, las acompañan dos mensajeros: Dosho ('Mismo
Nacimien-to') y Domyo ('Mismo Nombre'). Son enviados desde los cielos para
seguirnos como si fueran nuestra propia sombra, y no nos abandonan ni siquiera
por un instante. Estos dos emisa-rios se turnan para ascender a los cielos e
informar las faltas y las virtudes de cada persona —desde la más grande hasta la
más pequeña—, sin omitir el menor detalle. Por lo tanto, los cielos ya deben de
conocer su sinceridad. ¡Qué alentador! ¡Qué
tranquilizador!
Nichiren
En el cuarto mes.
En respuesta a la esposa de Shijo Kingo.
Nichiren
En el cuarto mes.
En respuesta a la esposa de Shijo Kingo.
Antecedentes:
Nichiren Daishonin escribió esta
carta para la esposa de Shijo Kingo y se la entregó a éste, cuando recibió su
visita en la isla de Sado, en el cuarto mes de 1272. Ella había recibido del
Daishonin el nombre de Nichigen-nyo y, al igual que su marido, apoyaba con
devoción sus enseñanzas. Por otro lado, el Daishonin había impuesto el nombre de
Tsukimaro y de Kyo'o a las dos hijas del matrimonio.
Al comienzo de la carta, Nichiren Daishonin le pide que comparta su lectura con la esposa de Toshiro. Poco se sabe acerca de éste; se cree que fue uno de los colegas de Kingo dentro del ambiente gubernamental de Kamakura y que su esposa era amiga cercana de Nichigen-nyo.
Al comienzo de la carta, Nichiren Daishonin le pide que comparta su lectura con la esposa de Toshiro. Poco se sabe acerca de éste; se cree que fue uno de los colegas de Kingo dentro del ambiente gubernamental de Kamakura y que su esposa era amiga cercana de Nichigen-nyo.
En una sociedad feudal como aquella, la vida se tornaba difícil
para las mujeres, pues su condición social era, en general, inferior a la de los
hombres. Sin embargo, en un momento en que no tenía a nadie en quien confiar,
excepto su marido, Nichigen-nyo envió a éste a Sado, desde Kamakura, en un viaje
tan difícil como peligroso. Por dicha razón, el Daishonin alaba su fe.
Esta
carta, titulada aquí "La ley causal de la vida", es más conocida con el nombre
de "Gosho de Dosho y Domyo", en referencia a los dos mensajeros celestiales que,
según decía la tradición, permanecían encaramados a los hombros de las personas
desde el mismo momento en que éstas nacían, para observar cada una de sus
acciones. Simbolizan la ley de causa y efecto que actúa sobre la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario