lunes, 24 de septiembre de 2012

¡¡¡...EL STATUS DE LAS MUJERES EN EL BUDISMO...!!!

La discriminación contra las mujeres es un rasgo común en todas las sociedades. En África, América, Asia o Europa, los prejuicios y obstáculos que las mujeres han tenido que encontrar y superar parecen casi idénticos. El estigma particular que acompaña a las mujeres de todo el mundo se basa en prejuicios religiosos. La “mujer" es representada como una tentadora y es señalada en casi todas las religiones del mundo. El estigma básico de la mujer, por tanto, se origina en la religión.
 
De acuerdo con algunos conceptos religiosos mitológicos, el hombre fue presentado como el hijo de Dios, pero la mujer nunca encontró una categoría similar como la hija de Dios. Entre los creyentes del alma, unos sostenían la noción de que sólo existía alma en el hombre y no en la mujer. Aquellos que demandaban que la mujer también tenía un alma no daban crédito a la idea de que ésta podía encontrar un lugar en el cielo después de morir. Tales eran las extrañas creencias entre ciertas sociedades religiosas.
 
Las mujeres también han sido recordadas como la fuente de todos los pecados del mundo y han sido culpadas de las desgracias de los hombres en este mundo y el siguiente. Existía también la creencia de que como mujeres, ninguna salvación podría ser ganada −debían reencarnarse como hombres antes de ser capaces de ganar su propia salvación.
 
Algunos cultos religiosos fanáticos también han prohibido a las mujeres leer las escrituras religiosas. El castigo por hacerlo era tener sus lenguas cortadas. También fueron desalentadas de entrar en los sitios de adoración. Si se les permitía participar del todo en las prácticas religiosas, dicha participación se limitaba a sus propias casas, asistiendo las ceremonias religiosas del hogar. Tales obstáculos y obstrucciones en cuestión de la moral y la elevación espiritual de la mujer siguen existiendo en diversos grados en algunas partes del mundo, aún cuando muchas barreras han sido removidas.
 
En contraste con tales obstáculos y prácticas religiosas fanáticas, el budismo seguramente puede reclamar tener actitudes menos discriminatorias contra las mujeres.
 
No existe la menor duda de que el Buddha fue el primer maestro religioso que dio a las mujeres las mismas oportunidades y sin trabas en el ámbito del desarrollo espiritual. Aunque hubiese advertido en muchas ocasiones de las tendencias naturales y la debilidad de las mujeres, también dio crédito a sus habilidades y capacidades. Él realmente preparó el terreno para llevar una vida religiosa completa. Ellas fueron capaces de desarrollar y purificar sus mentes y de realizar la felicidad del Nibbana al igual que los hombres. Los testimonios de las Theris (monjas) en los días del Buddha hablan ampliamente de este hecho.
 
El Buddha abrió las puertas para la participación total de las mujeres en el campo de la religión, haciéndolas elegibles para la admisión en lo que era conocido como el Bhikkhuni Sangha −la orden de monjas−, que en verdad abrió a las mujeres nuevas vías de cultura y servicio social y amplió las oportunidades en la vida pública. Esto trajo consigo el reconocimiento de la importancia de las mujeres en la sociedad y la mejora sustancial de su estatus social.
 
La Actitud Social Hacia las Mujeres en el Tiempo del Buddha
 
La actitud social hacia las mujeres en los días pre-budistas puede remontarse a la temprana literatura védica, como lo es el Rig Veda. Existe evidencia que señala el honor y el respeto que las mujeres recibían en sus hogares. En el terreno de la religión, también, tenían acceso al conocimiento más alto del Absoluto o Brahma. Sin embargo, tal actitud liberal hacia las mujeres cambió con el paso del tiempo, bajo la influencia y dominio de la casta sacerdotal con sus intervenciones clericales, sacrificios de animales, y otras prácticas ritualistas. Nuevas interpretaciones se dieron a las escrituras. Las mujeres llegaron a ser consideradas ampliamente inferior a los hombres −tanto físicamente como mentalmente.
 
La mujer fue considerada como una mera posesión o una cosa. Su lugar era la casa, bajo los absolutos antojos y caprichos de su marido. No sólo debía realizar todos los quehaceres de la casa, sino que también debía criar a una familia grande. Algunos brahmines de la casta sacerdotal se casaron y vivieron con sus mujeres, aún cuando se consideraba que el alimento cocinado por ellas era impuro y no apto para comer. Un mito se construyó −que todas las mujeres eran consideradas como pecaminosas y el único modo de guardarlas de la 'picardía' era mantenerlas ocupadas sin descanso con tareas de maternidad y deberes domésticos.
 
Si una mujer casada no tenía hijos o fallaba en producir descendiente masculino alguno, podía ser precedida por una segunda o tercera esposa o incluso expulsada de la casa; existía una fuerte creencia de que debía ser un hijo varón para la continuación de la línea familiar y el funcionamiento de los 'ritos de los ancestros'. La creencia tradicional era que sólo un hijo podía dirigir tales rituales, que, como se pensaba, eran muy necesarios para traer la paz y la seguridad al padre y al abuelo después de su muerte. De otra manera, ellos podrían volver como fantasmas para acosar a la familia. Inciertas eran las vidas de las mujeres casadas. Ni la menor incertidumbre esperaba a las solteras. Como el matrimonio era considerado como un sacramento santo, una muchacha joven que no se casaba era criticada y despreciada por la sociedad.
 
En el campo de las prácticas religiosas, la posición que alguna vez disfrutaron les fue negada. Se creía que una mujer era incapaz de ir al cielo por mérito propio. No podía adorar sola, y se creía que sólo alcanzaría el cielo mediante la obediencia incondicional a su marido, incluso si él resultaba ser una mala persona. El alimento abandonado por su marido era, a menudo, el alimento para la mujer. Fue en medio de tal discriminación social y actitudes degradantes hacia las mujeres que el Buddha hizo su aparición en India. Sus enseñanzas sobre la verdadera naturaleza de la vida y la muerte −sobre el karma y el vagabundeo samsarico, dieron lugar a cambios considerables en las actitudes sociales hacia las mujeres en sus días.
 
De acuerdo con lo que el Buddha enseñó sobre la ley del kamma, uno es responsable por sus propias acciones y sus consecuencias. El bienestar de un padre o abuelo no depende de la acción del hijo o el nieto. Ellos son responsables por sus acciones. Tales enseñanzas cultas ayudaron a corregir las opiniones de muchas personas y, naturalmente, redujeron la ansiedad de las mujeres que eran incapaces de producir hijos para realizar los 'ritos de los ancestros'. En el primer período budista, una muchacha soltera podría salir, no ser abusada, estar contenta y ocuparse adecuadamente del cuidado de sus padres, y hermanos y hermanas menores. Aún podía llegar a ser propietaria de grandes bienes y ricos campos, como lo hizo Subha, la hija de un orfebre, durante el tiempo del Buddha. Pero cuando le fue enseñado el Dhamma por Mahapajapati, Subha comprendió la naturaleza de todos los placeres etéreos y que 'el oro y la plata no conducen ni a la paz, ni a la iluminación', como resultado entró a la orden de monjas. Este acto era un gran favor para con las mujeres solteras.
 
Las enseñanzas del Buddha hicieron un gran trabajo al extinguir muchas creencias supersticiosas y ritos y rituales sin sentido, incluyendo el sacrificio animal, de las mentes de muchas personas. Cuando la verdadera naturaleza de la vida y la muerte y el fenómeno natural que gobierna el universo les fue revelado, la sabiduría y la comprensión surgieron. Esto a su vez ayudó a detener y corregir las injusticias sociales predominantes y los prejuicios desenfrenados contra las mujeres en los días de Buddha, así se le permitió a las mujeres conducir su propio modo de vida.
 
La Naturaleza de las Mujeres
 
A pesar del que el Buddha elevó el estatus de las mujeres, era práctico en sus observaciones y consejos que daba de tiempo en tiempo, comprendió las diferencias sociales y fisiológicas que existían entre hombres y mujeres. Éstos fueron plasmados en el Anguttara Nikaya y el Samyutta Nikaya. Claramente se mencionaba que el deber de un hombre es su búsqueda interminable del conocimiento, la superación y estabilización de su habilidad y artesanía, la dedicación a su trabajo y su capacidad de encontrar los medios para el mantenimiento y el sustento de su familia. De otra parte fue declarado, de hecho, que era el deber de la mujer cuidar de la casa y de su marido.
 
El Anguttara Nikaya contiene algunos consejos valiosos que el Buddha dio a las jóvenes antes de su matrimonio. Comprendiendo que estaban obligadas a tener dificultades con los nuevos suegros, a las muchachas se les obligaba a dar respeto a sus suegras y suegros, sirviéndolos con amor como a sus propios padres. Se les pedía honrar y respetar a los parientes y amigos de su marido, creando así una atmósfera agradable y feliz en sus nuevas casas. También les aconsejó que estudiaran y entendieran la naturaleza de su marido, averiguaran sus actividades, carácter y temperamento, y fueran útiles y cooperativas en cualquier momento en sus nuevas casas. Debían ser corteses, amables y vigilantes en su relación con los criados y debían salvaguardar los ingresos de su marido y procurar que todos los gastos de la casa fueran correctamente regularizados. Tal consejo fue dado por el Buddha hace más de veinticinco hace siglos, y todavía es valioso en la actualidad.
 
Las desventajas y los inconvenientes que las mujeres debían que sufrir en vida también fueron claramente señalados. El sufrimiento y la agonía llevados por una mujer tras la salida de su familia tras su matrimonio, y las dificultades y los problemas que tenía que encontrar en la tentativa de acomodarse en un nuevo ambiente, eran las pruebas y las tribulaciones que debía soportar. Además de estos problemas, las mujeres también estaban sujetas a dolores fisiológicos y sufrimientos durante sus períodos menstruales, el embarazo y el parto. Estos son fenómenos naturales que representan situaciones y circunstancias diferenciales que prevalecen entre hombres y mujeres.
 
Aunque en ciertas secciones del Tripitaka se hicieron algunos comentarios cáusticos sobre las artimañas y el comportamiento de las mujeres, el Buddha en el Samyutta Nikaya, realmente presenta muchos rasgos de redentor: en ciertas circunstancias, las mujeres son consideradas más perspicaces y sabias que los hombres y también son consideradas capaces de lograr la perfección o la santidad después de la entrada en el Noble Óctuple Sendero.
 
La actitud del Buddha hacia las mujeres también puede ser vista cuando la noticia del nacimiento de una hija fue llevada a su amigo el Rey Kosala. El Rey estaba disgustado con las noticias puesto que esperaba un hijo, pero el Buddha, a diferencia de cualquier otro maestro religioso, rindió un tributo ferviente a las mujeres y mencionó ciertas características que adornan a una mujer con las palabras siguientes:
 
"Algunas mujeres son, de hecho, mejor (que los hombres). Críela, Señor de los hombres. Hay mujeres que son sabias, virtuosas, que tienen un alto respeto por los suegros y son castas. De una esposa tan noble puede nacer un hijo valiente, un Señor de los Reinos, que gobernará un reino".
 
En la revelación de la naturaleza de las mujeres, el Buddha había advertido no sólo de sus debilidades sino también de sus capacidades y potencial. Incluso, aunque algunas de sus declaraciones puedan parecer bastante desagradables, uno encontrará, mediante la observación cuidadosa, el por qué lo que el Buddha dijo sobre las mujeres en días pasados, generalmente, todavía se sostiene como un buen consejo. Aunque exista en la mayor parte de los países actitudes más cultas y justas que en el pasado y las oportunidades de estudiar e independencia están abiertas a las mujeres, todavía tienen experiencias desagradables: los poderes que poseen, la discriminación que sufren, y los miedos y las celosías de un rival todavía prevalecen.
 
En la revelación de la naturaleza de las mujeres, el Buddha había advertido no sólo de sus debilidades sino también de sus capacidades y potencial. Incluso, aunque algunas de sus declaraciones puedan parecer bastante desagradables, uno encontrará, mediante la observación cuidadosa, el por qué lo que el Buddha dijo sobre las mujeres en días pasados, generalmente, todavía se sostiene como un buen consejo. Aunque exista en la mayor parte de los países actitudes más cultas y justas que en el pasado y las oportunidades de estudiar e independencia están abiertas a las mujeres, todavía tienen experiencias desagradables: los poderes que poseen, la discriminación que sufren, y los miedos y las celosías de un rival todavía prevalecen.
 
Consejo del Buddha a las Mujeres Casadas
 
Al aconsejar a las mujeres sobre su papel en la vida de casados, el Buddha destacó que la paz y la armonía de una casa descansan, en gran parte, sobre los hombros de la mujer. Su consejo fue realista y práctico cuando citó un buen número de características cotidianas que una mujer debería o no debería emular. En diversas ocasiones, el Buddha aconsejó esto a una esposa:
 
  1. No debe abrigar malos pensamientos contra su marido.
  2. No debe ser cruel, severa o dominante.
  3. No debe ser despilfarradora, por el contrario debe ser económica y vivir dentro de sus medios.
  4. De manera entusiasta debería proteger y ahorrar la propiedad de su marido y los ingresos bien merecidos
  5. Siempre debe ser virtuosa y casta de mente y acción
  6. Debe ser fiel y no albergar pensamiento alguno de actos adúlteros
  7. Debe ser refinada en el discurso y cortés en la acción
  8. Debe ser amable, aplicada y muy trabajadora
  9. Debe ser gentil y considerada hacia su marido y su actitud debe equipararse a la de una madre amorosa y protectora de su hijo
  10. Debe ser modesta y respetuosa
  11. Debe ser serena, calmada y comprensiva, servir no sólo como una esposa, sino también como una amiga y consejera a su marido cuando la necesidad surja.
En el tiempo del Buddha, otros maestros religiosos también hablaron sobre los deberes y las obligaciones de una esposa hacia su esposo, en particular, acentuando el deber de las mujeres de dar un descendiente varón a sus maridos, prestando un servicio fiel, y suministrando felicidad conyugal y dicha divina. Esta visión es también compartida por el Confucionismo. Sin embargo, aunque los deberes de una esposa hacia el esposo fueron establecidos en el código de disciplina confuciano, éste no acentuó los deberes y las obligaciones del esposo hacia la esposa. Las enseñanzas del Buddha no tenían tal tendencia hacia los esposos. En el Sigalovada Sutta, el Buddha claramente mencionó los deberes de un esposo hacia la esposa y viceversa.
 
Un esposo debe ser fiel, amable y apacible. Es deber del esposo entregar la autoridad a su esposa y de vez en cuado, proveerle adornos.
 
Otros consejos útiles fueron dados a las mujeres en diferentes ocasiones y bajo circunstancias diferentes.
 
Consejo a las Mujeres Conscientes de su Belleza
 
Para la consciencia de la vanidad y la belleza, el Buddha enseñó sobre lo efímero. Khema, la bella consorte del Rey Bimbisara, al principio estaba reacia a ver al Buddha ya que había oído que el Buddha solía referirse a la belleza externa más bien en términos despectivos.
 
Un día ella rindió una visita ocasional al monasterio simplemente para disfrutar del paisaje del lugar. Gradualmente fue atraída al pasillo donde el Buddha predicaba. El Buddha, por medio de sus poderes psíquicos, leía sus pensamientos, y creaba una visión de una joven mujer de pie frente a ella. Khema admiraba su belleza cuando el Buddha transformó la imagen creada desde la juventud a la edad adulta y, posteriormente, a la vejez, hasta que finalmente cayó al suelo con los dientes rotos, canas, y la piel arrugada. Esta transformación provocó en Khema la comprensión sobre la vanidad en la belleza externa y apreciara la naturaleza efímera de la vida. Ella reflexionó: "¿Ha venido tal cuerpo a ser arruinado así? Entonces así también va a ser mi cuerpo". Con esto, la realización sobrevino a ella. Consecuentemente alcanzó el estado de Arahant, y con el consentimiento del Rey, entró a la Orden de Bhikkhuni.
 
Consejo a las Mujeres Emotivas
 
Para las mujeres que son excesivamente emocionales y afectadas por la pena de la pérdida de sus seres queridos, el Buddha habló de la inevitabilidad de la muerte, como lo enunció en las Cuatro Verdades Nobles, y citó varias parábolas para dar en el punto.
 
Para Visaka, una abuela profundamente emocional y cariñosa que perdió a su nieta, el Buddha la consoló así:
 
Del afecto que brota de la pena, del afecto que brota del miedo, para quien está completamente libre del afecto,  no existe pena alguna, mucho menos miedo.
 
En otra ocasión, cuando Kisagotami, quien había perdido a su único infante, se acercó al Buddha para que devolviera a la vida a su hijo, él le pidió que trajera una semilla de mostaza de una casa en la que ninguna muerte hubiese ocurrido. La mujer pudo encontrar una semilla de mostaza pero no encontrar una familia en la que la muerte no hubiese ocurrido con anterioridad; por tanto, llegó a ella la comprensión de que la muerte no sólo afectaba a su hijo, sino que era un fenómeno común a todos los seres vivos.
 
Patacara fue otro caso trágico. Ella había perdido a sus dos hijos, su esposo, sus padres y su hermano bajo circunstancias muy trágicas. Estaba loca debido a la pena y corría por todas partes en las calles. Al encontrarse con el Buddha, fue consolada así:
 
"No existen hijos que lo protejan, ni padre, ni siquiera parientes para quien es abrumado por la muerte. Ninguna protección es encontrada entre los parientes. Comprendiendo este hecho, la persona virtuosa y sabia rápidamente limpia el camino que conduce al Nibbana".
 
Escuchando las palabras de consuelo de parte del Buddha, y apreciando la naturaleza de la vida, alcanzó la primera etapa del camino de la santidad y entró en la orden de monjas.
 
Verdadera Libertad Religiosa para las Mujeres
 
El establecimiento del Sangha de Bhikkhuni −la orden de monjas− en el quinto año del ministerio del Buddha, en realidad preparó el terreno para la libertad religiosa completa de las mujeres en el tiempo del Buddha. Fue un gran suceso. Allí surgieron muchas monjas eminentes que brillaron intensamente en el estudio y la práctica del Dhamma. A los ojos del mundo, el Budismo se alzó en un nivel muy alto. Los versos de las hermanas (Therigatha) contienen 77 versos por monja de manera individual siendo uno de los orgullos de la literatura budista.
 
El Buddha no impuso restricción alguna a las monjas en materia de enseñanza y predicación del Dhamma. La Orden de Bhikkhuni produjo un número notable de brillantes predicadoras y exponentes del Dhamma; por ejemplo Sukha, Patacara, Khema, Dhammadina y Maha Pajapati (la madrastra del Buddha). El Budismo nunca compartió la visión de los brahmines de que un hijo era esencial para el paso del padre al cielo. Las hijas llegaron a ser tan buenas como los hijos y el matrimonio no fue más una necesidad obligatoria. Las mujeres bajo el budismo tenían la libertad de conducir una vida independiente y sobre sus propios asuntos. El Buddha concedió a las mujeres una parte activa de la vida religiosa, y también ayudó a elevar su estatus en la vida secular.
 
Sin embargo, la admisión de las mujeres dentro de la Orden fue un paso muy avanzado para aquel tiempo y se hizo efímero. Siempre que una innovación o mejora estuvieron más allá del pensamiento y el desarrollo de algunas personas durante una era en particular, éstas fueron incapaces de adaptarse a condiciones improvisadas y tendieron a retroceder hacia la sociedad a la cual estaban acostumbrados. Fallaron en dominar la situación. La propaganda hostil de parte de los brahmines, que encontraban su sistema de castas minado y la cesión de privilegios, fue también un factor que causó la declinación de la Orden.
 
En Sri Lanka, la orden de monjas prosperó hasta el hasta el 1017 A.C. en el reinado del Rey Mahinda IV. Luego desapareció y no fue reanimada nuevamente. Pero la orden de monjas fue presentada en China por las monjas cingalesas, y todavía existe allí así como en Japón. No obstante, en la tradición Mahayana ellas ocupan un lugar subordinado, y en ningún caso están a la par con los monjes.
 
De Donde Pudo Surgir la Idea de que Ser Mujer es un Obstáculo para Llegar a la Iluminación
 
El Buda Sakyamuni nació, se formó, enseñó y murió en una sociedad dominantemente patriarcal.
La aparición, establecimiento y desarrollo del patriarcado en las sociedades humanas es universal y en oriente tiene su propia versión.
 
En casi todos los pueblos de Asia se desarrolló desde tiempos muy antiguos la doctrina del karma y de la reencarnación. Estas nociones filosófico-espirituales, originadas en el marco de una kosmovisión espiritual vastísima que nació en el valle del Indo hace miles de años, se popularizaron formando parte de las creencias magico-míticas de los pueblos.
 
Estas nociones de karma y reencarnación dieron lugar a interpretaciones influidas por la psicología colectiva dominante en cada época, cuyos efectos no vamos a desarrollar aquí pues es demasiado vasto el tema, pero sí que es útil señalar uno de sus efectos más perjudiciales para la mujer oriental: la psicología de los hombres religiosos de estas sociedades patriarcales interpretó que nacer como mujer era un obstáculo para alcanzar el ideal espiritual de la Iluminación.
 
Por lo tanto era necesario renacer como hombre en las siguientes vidas. Esto se podía alcanzar purificando el karma negativo que había propiciado el nacimiento como mujer en la vida actual y de esta forma generar las condiciones más propicias para renacer como hombre y poder así, en vidas futuras, alcanzar la Liberación de la rueda del renacimiento, obteniendo la Iluminación.
 
La consecuencia más devastadora de esta interpretación fue la devaluación de la existencia como mujer. Ésta es una de las razones, si no la principal y origen de las demás, por la que nacer niña en un país oriental, es menos valorado que nacer niño, con todo lo que eso conlleva de sangrante desigualdad y sufrimiento.
 
Las consecuencias de esta desigualdad esencial en las sociedades del mundo religioso budista es, generalizando, el desdén, abierto o sutil, consciente o inconsciente por parte de monjes o laicos frente a mujeres monjas o laicas.
 
Asimismo, los monasterios de monjas son mucho menos importantes en número e influencia social que los de hombres e, incluso en algunos países como Japón, son ya casi inexistentes. La razón de esta escasez de monacato femenino tiene una explicación muy práctica: tradicionalmente se consideraba que la forma en la que una persona laica podía procurarse buen karma para su siguiente renacimiento era acumular méritos sosteniendo con su generosidad material la práctica espiritual de los monjes dedicados exclusivamente a la meditación y estudio del dharma budista. Cuanto mejor es la práctica espiritual del monje y mayor grado de realización espiritual tiene, mayores méritos acumula la persona laica que le apoya. Por lo tanto, los maestros más afamados obtenían mayores recursos materiales para sobrevivir.
 
Las monjas tenían mucho más dificil su supervivencia económica, puesto que siempre se consideraba que su realización espiritual era de menor valor que la de un monje, y por lo tanto no procuraba tanto mérito kármico.
 
Debido a estas dificultades de supervivencia de los monasterios, las ordenaciones de monjas han ido disminuyendo con el paso de los siglos en la mayoría de los países del mundo budista, ya que solamente una monja abadesa puede ordenar a otra monja (en presencia de monjes varones) con lo que las posibilidades disminuyen.
 
La excepción a la regla la constituyen algunos países como Taiwan, en el que existe un mayor número de monasterios de monjas y se observa que la importancia social de la mujer es mayor que en la mayoría de los países de tradición budista.
 
Otra consecuencia especialmente acusada es la falta de modelos espirituales femeninos. Apenas existen budas y bodisatvas femeninas, arahats mujeres y maestras. Los enseñantes de prácticamente todas las tradiciones budistas afirman que siempre hubo algunas célebres mujeres cuya práctica y enseñanzas fueron notorias, pero los responsables de la transmisión no tuvieron interés en registrar sus historias; escasamente hay algunas referencias.
 
Y así, la pregunta que podemos hacernos es la siguiente: ¿de dónde pudo surgir la idea de que la condición de mujer es un obstáculo para la Iluminación?
 
¿Quiere decir esto que las enseñanzas del Buda están limitadas a los hombres? ¿Que la mujer no puede alcanzar la iluminación por su condición de mujer? ¿O que está más lejos de realizar su auténtica Naturaleza Original porque esta naturaleza se manifiesta en femenino?
 
Ciertamente no. A poco que se escuche y se conozcan las enseñanzas del Buda, más aún, en la medida en que se vislumbra el alcance ilimitado, transcendente y no dual de las mismas, es obvio que es un despropósito el planteamiento de la inferioridad de la mujer con respecto al hombre para realizar la Iluminación.
 
Sin embargo, y paradójicamente, a diferencia de las tradiciones cristianas, no existe tampoco ninguna tradición budista que, teóricamente, ponga impedimentos a la existencia de maestras que transmitan el Dharma, la enseñanza budista, con la misma autenticidad que se le supone a un maestro varón, siempre y cuando hayan sido reconocidas como tales por otro u otra maestra (pues ésta es la condición para la Transmisión del Dharma en el Budismo).
No obstante, en la práctica, como hemos visto, las maestras son muy escasas, no así las mujeres budistas practicantes, monjas o laicas, que son legión.
 
Así pues, ¿cuál es el origen de esta noción devaluadora de la mujer que tanto daño ha generado y genera al Espíritu colectivo de la humanidad?
 
El origen de esta desarmonía hay que buscarlo, como todo sufrimiento, en el interior de nosotros y nosotras mismas, tal como enseñó el Buda. En nosotras/os está el sufrimiento y también la causa del sufrimiento, y también la oportunidad de liberar este sufrimiento y alcanzar un estado de paz, equilibrio y armonía entre nuestras tendencias masculinas y femeninas, reconociendo, aceptando e integrando estas tendencias en una totalidad de Ser, perfectamente digna en su integridad. Éste es el camino, la cuarta Noble Verdad.
 
La posición de las mujeres en el budismo Tíbetano, podría decirse que es el camino espiritual en el que hay más tolerancia al respecto de los sexos.
 
Dado que en el budismo todo tiene que ver con la mente y lo esencial de las enseñanzas es que todos los seres poseen la naturaleza búdica, entonces, en esa medida, no se establece ninguna diferencia entre los sexos. Como seres humanos, los hombres y las mujeres tienen las mismas posibilidades de desarrollarse. NO HAY DIFERENCIAS.
 
De hecho, quien quiera que reciba las enseñanzas, quien quiera que las practique, obtiene los mismos resultados.
 
Por supuesto, cuando miramos los países budistas, vemos que la mayoría de los maestros son hombres, encontramos muy pocas mujeres que se dedican a esta labor. Sin embargo, esto no ocurre porque haya una diferencia entre hombres y mujeres en términos de los resultados que pueden obtener.
 
Este hecho está relacionado, de un lado, con las formas sociales imperantes y, de otro, con el karma.
 
Lo que el Buda dijo sobre la mujer:
 
El Buda dejó muy claro que tanto las mujeres como los hombres podían alcanzar la Iluminación y las admitió en la orden monástica de ese entonces como bhikkhunis, que era algo totalmente revolucionario en aquella época.
 

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