La discriminación contra las mujeres
es un rasgo común en todas las sociedades. En África, América, Asia o Europa,
los prejuicios y obstáculos que las mujeres han tenido que encontrar y superar
parecen casi idénticos. El estigma particular que acompaña a las mujeres de
todo el mundo se basa en prejuicios religiosos. La “mujer" es representada
como una tentadora y es señalada en casi todas las religiones del mundo. El
estigma básico de la mujer, por tanto, se origina en la religión.
De acuerdo con algunos conceptos religiosos mitológicos, el
hombre fue presentado como el hijo de Dios, pero la mujer nunca encontró una
categoría similar como la hija de Dios. Entre los creyentes del alma, unos
sostenían la noción de que sólo existía alma en el hombre y no en la mujer.
Aquellos que demandaban que la mujer también tenía un alma no daban crédito a
la idea de que ésta podía encontrar un lugar en el cielo después de morir.
Tales eran las extrañas creencias entre ciertas sociedades religiosas.
Las mujeres también han sido recordadas como la fuente de
todos los pecados del mundo y han sido culpadas de las desgracias de los
hombres en este mundo y el siguiente. Existía también la creencia de que como
mujeres, ninguna salvación podría ser ganada −debían reencarnarse como hombres
antes de ser capaces de ganar su propia salvación.
Algunos cultos religiosos fanáticos también han prohibido a
las mujeres leer las escrituras religiosas. El castigo por hacerlo era tener
sus lenguas cortadas. También fueron desalentadas de entrar en los sitios de
adoración. Si se les permitía participar del todo en las prácticas religiosas,
dicha participación se limitaba a sus propias casas, asistiendo las ceremonias
religiosas del hogar. Tales obstáculos y obstrucciones en cuestión de la moral
y la elevación espiritual de la mujer siguen existiendo en diversos grados en
algunas partes del mundo, aún cuando muchas barreras han sido removidas.
En contraste con tales obstáculos y prácticas religiosas
fanáticas, el budismo seguramente puede reclamar tener actitudes menos
discriminatorias contra las mujeres.
No existe la menor duda de que el Buddha fue el primer
maestro religioso que dio a las mujeres las mismas oportunidades y sin trabas
en el ámbito del desarrollo espiritual. Aunque hubiese advertido en muchas
ocasiones de las tendencias naturales y la debilidad de las mujeres, también
dio crédito a sus habilidades y capacidades. Él realmente preparó el terreno
para llevar una vida religiosa completa. Ellas fueron capaces de desarrollar y
purificar sus mentes y de realizar la felicidad del Nibbana al igual que los
hombres. Los testimonios de las Theris (monjas) en los días del Buddha hablan
ampliamente de este hecho.
El Buddha abrió las puertas para la participación total de
las mujeres en el campo de la religión, haciéndolas elegibles para la admisión
en lo que era conocido como el Bhikkhuni Sangha −la orden de monjas−, que en
verdad abrió a las mujeres nuevas vías de cultura y servicio social y amplió
las oportunidades en la vida pública. Esto trajo consigo el reconocimiento de
la importancia de las mujeres en la sociedad y la mejora sustancial de su
estatus social.
La Actitud Social Hacia las Mujeres en el Tiempo del Buddha
La actitud social hacia las mujeres en los días pre-budistas
puede remontarse a la temprana literatura védica, como lo es el Rig Veda.
Existe evidencia que señala el honor y el respeto que las mujeres recibían en
sus hogares. En el terreno de la religión, también, tenían acceso al
conocimiento más alto del Absoluto o Brahma. Sin embargo, tal actitud liberal
hacia las mujeres cambió con el paso del tiempo, bajo la influencia y dominio
de la casta sacerdotal con sus intervenciones clericales, sacrificios de
animales, y otras prácticas ritualistas. Nuevas interpretaciones se dieron a
las escrituras. Las mujeres llegaron a ser consideradas ampliamente inferior a
los hombres −tanto físicamente como mentalmente.
La mujer fue considerada como una mera posesión o una cosa.
Su lugar era la casa, bajo los absolutos antojos y caprichos de su marido. No
sólo debía realizar todos los quehaceres de la casa, sino que también debía
criar a una familia grande. Algunos brahmines de la casta sacerdotal se casaron
y vivieron con sus mujeres, aún cuando se consideraba que el alimento cocinado
por ellas era impuro y no apto para comer. Un mito se construyó −que todas las
mujeres eran consideradas como pecaminosas y el único modo de guardarlas de la
'picardía' era mantenerlas ocupadas sin descanso con tareas de maternidad y
deberes domésticos.
Si una mujer casada no tenía hijos o fallaba en producir
descendiente masculino alguno, podía ser precedida por una segunda o tercera
esposa o incluso expulsada de la casa; existía una fuerte creencia de que debía
ser un hijo varón para la continuación de la línea familiar y el funcionamiento
de los 'ritos de los ancestros'. La creencia tradicional era que sólo un hijo
podía dirigir tales rituales, que, como se pensaba, eran muy necesarios para
traer la paz y la seguridad al padre y al abuelo después de su muerte. De otra
manera, ellos podrían volver como fantasmas para acosar a la familia. Inciertas
eran las vidas de las mujeres casadas. Ni la menor incertidumbre esperaba a las
solteras. Como el matrimonio era considerado como un sacramento santo, una
muchacha joven que no se casaba era criticada y despreciada por la sociedad.
En el campo de las prácticas religiosas, la posición que
alguna vez disfrutaron les fue negada. Se creía que una mujer era incapaz de ir
al cielo por mérito propio. No podía adorar sola, y se creía que sólo alcanzaría
el cielo mediante la obediencia incondicional a su marido, incluso si él
resultaba ser una mala persona. El alimento abandonado por su marido era, a
menudo, el alimento para la mujer. Fue en medio de tal discriminación social y
actitudes degradantes hacia las mujeres que el Buddha hizo su aparición en
India. Sus enseñanzas sobre la verdadera naturaleza de la vida y la muerte
−sobre el karma y el vagabundeo samsarico, dieron lugar a cambios considerables
en las actitudes sociales hacia las mujeres en sus días.
De acuerdo con lo que el Buddha enseñó sobre la ley del
kamma, uno es responsable por sus propias acciones y sus consecuencias. El
bienestar de un padre o abuelo no depende de la acción del hijo o el nieto.
Ellos son responsables por sus acciones. Tales enseñanzas cultas ayudaron a
corregir las opiniones de muchas personas y, naturalmente, redujeron la
ansiedad de las mujeres que eran incapaces de producir hijos para realizar los
'ritos de los ancestros'. En el primer período budista, una muchacha soltera
podría salir, no ser abusada, estar contenta y ocuparse adecuadamente del
cuidado de sus padres, y hermanos y hermanas menores. Aún podía llegar a ser
propietaria de grandes bienes y ricos campos, como lo hizo Subha, la hija de un
orfebre, durante el tiempo del Buddha. Pero cuando le fue enseñado el Dhamma
por Mahapajapati, Subha comprendió la naturaleza de todos los placeres etéreos
y que 'el oro y la plata no conducen ni a la paz, ni a la iluminación', como
resultado entró a la orden de monjas. Este acto era un gran favor para con las
mujeres solteras.
Las enseñanzas del Buddha hicieron un gran trabajo al
extinguir muchas creencias supersticiosas y ritos y rituales sin sentido,
incluyendo el sacrificio animal, de las mentes de muchas personas. Cuando la
verdadera naturaleza de la vida y la muerte y el fenómeno natural que gobierna
el universo les fue revelado, la sabiduría y la comprensión surgieron. Esto a
su vez ayudó a detener y corregir las injusticias sociales predominantes y los
prejuicios desenfrenados contra las mujeres en los días de Buddha, así se le
permitió a las mujeres conducir su propio modo de vida.
La Naturaleza de las Mujeres
A pesar del que el Buddha elevó el estatus de las mujeres,
era práctico en sus observaciones y consejos que daba de tiempo en tiempo,
comprendió las diferencias sociales y fisiológicas que existían entre hombres y
mujeres. Éstos fueron plasmados en el Anguttara Nikaya y el Samyutta
Nikaya. Claramente se mencionaba que el deber de un hombre es su búsqueda
interminable del conocimiento, la superación y estabilización de su habilidad y
artesanía, la dedicación a su trabajo y su capacidad de encontrar los medios
para el mantenimiento y el sustento de su familia. De otra parte fue declarado,
de hecho, que era el deber de la mujer cuidar de la casa y de su marido.
El Anguttara Nikaya contiene algunos consejos
valiosos que el Buddha dio a las jóvenes antes de su matrimonio. Comprendiendo
que estaban obligadas a tener dificultades con los nuevos suegros, a las
muchachas se les obligaba a dar respeto a sus suegras y suegros, sirviéndolos
con amor como a sus propios padres. Se les pedía honrar y respetar a los
parientes y amigos de su marido, creando así una atmósfera agradable y feliz en
sus nuevas casas. También les aconsejó que estudiaran y entendieran la
naturaleza de su marido, averiguaran sus actividades, carácter y temperamento,
y fueran útiles y cooperativas en cualquier momento en sus nuevas casas. Debían
ser corteses, amables y vigilantes en su relación con los criados y debían
salvaguardar los ingresos de su marido y procurar que todos los gastos de la
casa fueran correctamente regularizados. Tal consejo fue dado por el Buddha
hace más de veinticinco hace siglos, y todavía es valioso en la actualidad.
Las desventajas y los inconvenientes que las mujeres debían
que sufrir en vida también fueron claramente señalados. El sufrimiento y la
agonía llevados por una mujer tras la salida de su familia tras su matrimonio,
y las dificultades y los problemas que tenía que encontrar en la tentativa de
acomodarse en un nuevo ambiente, eran las pruebas y las tribulaciones que debía
soportar. Además de estos problemas, las mujeres también estaban sujetas a
dolores fisiológicos y sufrimientos durante sus períodos menstruales, el embarazo
y el parto. Estos son fenómenos naturales que representan situaciones y
circunstancias diferenciales que prevalecen entre hombres y mujeres.
Aunque en ciertas secciones del Tripitaka se hicieron
algunos comentarios cáusticos sobre las artimañas y el comportamiento de las
mujeres, el Buddha en el Samyutta Nikaya, realmente presenta muchos rasgos de
redentor: en ciertas circunstancias, las mujeres son consideradas más
perspicaces y sabias que los hombres y también son consideradas capaces de
lograr la perfección o la santidad después de la entrada en el Noble Óctuple
Sendero.
La actitud del Buddha hacia las mujeres también puede ser
vista cuando la noticia del nacimiento de una hija fue llevada a su amigo el
Rey Kosala. El Rey estaba disgustado con las noticias puesto que esperaba un
hijo, pero el Buddha, a diferencia de cualquier otro maestro religioso, rindió
un tributo ferviente a las mujeres y mencionó ciertas características que
adornan a una mujer con las palabras siguientes:
"Algunas mujeres son, de hecho, mejor (que los
hombres). Críela, Señor de los hombres. Hay mujeres que son sabias, virtuosas,
que tienen un alto respeto por los suegros y son castas. De una esposa tan
noble puede nacer un hijo valiente, un Señor de los Reinos, que gobernará un
reino".
En la revelación de la naturaleza de las mujeres, el Buddha
había advertido no sólo de sus debilidades sino también de sus capacidades y
potencial. Incluso, aunque algunas de sus declaraciones puedan parecer bastante
desagradables, uno encontrará, mediante la observación cuidadosa, el por qué lo
que el Buddha dijo sobre las mujeres en días pasados, generalmente, todavía se
sostiene como un buen consejo. Aunque exista en la mayor parte de los países
actitudes más cultas y justas que en el pasado y las oportunidades de estudiar
e independencia están abiertas a las mujeres, todavía tienen experiencias
desagradables: los poderes que poseen, la discriminación que sufren, y los
miedos y las celosías de un rival todavía prevalecen.
En la revelación de la
naturaleza de las mujeres, el Buddha había advertido no sólo de sus debilidades
sino también de sus capacidades y potencial. Incluso, aunque algunas de sus
declaraciones puedan parecer bastante desagradables, uno encontrará, mediante
la observación cuidadosa, el por qué lo que el Buddha dijo sobre las mujeres en
días pasados, generalmente, todavía se sostiene como un buen consejo. Aunque
exista en la mayor parte de los países actitudes más cultas y justas que en el
pasado y las oportunidades de estudiar e independencia están abiertas a las
mujeres, todavía tienen experiencias desagradables: los poderes que poseen, la
discriminación que sufren, y los miedos y las celosías de un rival todavía
prevalecen.
Consejo del Buddha a las Mujeres Casadas
Al aconsejar a las mujeres sobre su papel en la vida de
casados, el Buddha destacó que la paz y la armonía de una casa descansan, en
gran parte, sobre los hombros de la mujer. Su consejo fue realista y práctico
cuando citó un buen número de características cotidianas que una mujer debería
o no debería emular. En diversas ocasiones, el Buddha aconsejó esto a una
esposa:
- No debe abrigar malos pensamientos contra su marido.
- No debe ser cruel, severa o dominante.
- No debe ser despilfarradora, por el contrario debe ser económica y vivir dentro de sus medios.
- De manera entusiasta debería proteger y ahorrar la propiedad de su marido y los ingresos bien merecidos
- Siempre debe ser virtuosa y casta de mente y acción
- Debe ser fiel y no albergar pensamiento alguno de actos adúlteros
- Debe ser refinada en el discurso y cortés en la acción
- Debe ser amable, aplicada y muy trabajadora
- Debe ser gentil y considerada hacia su marido y su actitud debe equipararse a la de una madre amorosa y protectora de su hijo
- Debe ser modesta y respetuosa
- Debe ser serena, calmada y comprensiva, servir no sólo como una esposa, sino también como una amiga y consejera a su marido cuando la necesidad surja.
En el tiempo del Buddha, otros maestros religiosos también
hablaron sobre los deberes y las obligaciones de una esposa hacia su esposo, en
particular, acentuando el deber de las mujeres de dar un descendiente varón a
sus maridos, prestando un servicio fiel, y suministrando felicidad conyugal y
dicha divina. Esta visión es también compartida por el Confucionismo. Sin
embargo, aunque los deberes de una esposa hacia el esposo fueron establecidos
en el código de disciplina confuciano, éste no acentuó los deberes y las
obligaciones del esposo hacia la esposa. Las enseñanzas del Buddha no tenían
tal tendencia hacia los esposos. En el Sigalovada Sutta, el Buddha claramente
mencionó los deberes de un esposo hacia la esposa y viceversa.
Un esposo debe ser fiel, amable y apacible. Es deber del
esposo entregar la autoridad a su esposa y de vez en cuado, proveerle adornos.
Otros consejos útiles fueron dados a las mujeres en
diferentes ocasiones y bajo circunstancias diferentes.
Consejo a las Mujeres Conscientes de su Belleza
Para la consciencia de la vanidad y la belleza, el Buddha
enseñó sobre lo efímero. Khema, la bella consorte del Rey Bimbisara, al
principio estaba reacia a ver al Buddha ya que había oído que el Buddha solía
referirse a la belleza externa más bien en términos despectivos.
Un día ella rindió una visita ocasional al monasterio
simplemente para disfrutar del paisaje del lugar. Gradualmente fue atraída al
pasillo donde el Buddha predicaba. El Buddha, por medio de sus poderes
psíquicos, leía sus pensamientos, y creaba una visión de una joven mujer de pie
frente a ella. Khema admiraba su belleza cuando el Buddha transformó la imagen
creada desde la juventud a la edad adulta y, posteriormente, a la vejez, hasta
que finalmente cayó al suelo con los dientes rotos, canas, y la piel arrugada.
Esta transformación provocó en Khema la comprensión sobre la vanidad en la
belleza externa y apreciara la naturaleza efímera de la vida. Ella reflexionó:
"¿Ha venido tal cuerpo a ser arruinado así? Entonces así también va a ser
mi cuerpo". Con esto, la realización sobrevino a ella. Consecuentemente alcanzó
el estado de Arahant, y con el consentimiento del Rey, entró a la Orden de
Bhikkhuni.
Consejo a las Mujeres Emotivas
Para las mujeres que son excesivamente emocionales y
afectadas por la pena de la pérdida de sus seres queridos, el Buddha habló de
la inevitabilidad de la muerte, como lo enunció en las Cuatro Verdades Nobles,
y citó varias parábolas para dar en el punto.
Para Visaka, una abuela profundamente emocional y cariñosa
que perdió a su nieta, el Buddha la consoló así:
Del afecto que brota de la pena, del afecto que brota del
miedo, para quien está completamente libre del afecto, no existe pena alguna, mucho menos miedo.
En otra ocasión, cuando Kisagotami, quien había perdido a su
único infante, se acercó al Buddha para que devolviera a la vida a su hijo, él
le pidió que trajera una semilla de mostaza de una casa en la que ninguna
muerte hubiese ocurrido. La mujer pudo encontrar una semilla de mostaza pero no
encontrar una familia en la que la muerte no hubiese ocurrido con anterioridad;
por tanto, llegó a ella la comprensión de que la muerte no sólo afectaba a su
hijo, sino que era un fenómeno común a todos los seres vivos.
Patacara fue otro caso trágico. Ella había perdido a sus dos
hijos, su esposo, sus padres y su hermano bajo circunstancias muy trágicas.
Estaba loca debido a la pena y corría por todas partes en las calles. Al
encontrarse con el Buddha, fue consolada así:
"No existen hijos que lo protejan, ni padre, ni
siquiera parientes para quien es abrumado por la muerte. Ninguna protección es encontrada
entre los parientes. Comprendiendo este hecho, la persona virtuosa y sabia
rápidamente limpia el camino que conduce al Nibbana".
Escuchando las palabras de consuelo de parte del Buddha, y
apreciando la naturaleza de la vida, alcanzó la primera etapa del camino de la
santidad y entró en la orden de monjas.
Verdadera Libertad Religiosa para las Mujeres
El establecimiento del Sangha de Bhikkhuni −la orden de
monjas− en el quinto año del ministerio del Buddha, en realidad preparó el
terreno para la libertad religiosa completa de las mujeres en el tiempo del
Buddha. Fue un gran suceso. Allí surgieron muchas monjas eminentes que
brillaron intensamente en el estudio y la práctica del Dhamma. A los ojos del
mundo, el Budismo se alzó en un nivel muy alto. Los versos de las hermanas
(Therigatha) contienen 77 versos por monja de manera individual siendo uno de
los orgullos de la literatura budista.
El Buddha no impuso restricción alguna a las monjas en
materia de enseñanza y predicación del Dhamma. La Orden de Bhikkhuni produjo un
número notable de brillantes predicadoras y exponentes del Dhamma; por ejemplo
Sukha, Patacara, Khema, Dhammadina y Maha Pajapati (la madrastra del Buddha).
El Budismo nunca compartió la visión de los brahmines de que un hijo era esencial
para el paso del padre al cielo. Las hijas llegaron a ser tan buenas como los
hijos y el matrimonio no fue más una necesidad obligatoria. Las mujeres bajo el
budismo tenían la libertad de conducir una vida independiente y sobre sus
propios asuntos. El Buddha concedió a las mujeres una parte activa de la vida
religiosa, y también ayudó a elevar su estatus en la vida secular.
Sin embargo, la admisión de las mujeres dentro de la Orden
fue un paso muy avanzado para aquel tiempo y se hizo efímero. Siempre que una
innovación o mejora estuvieron más allá del pensamiento y el desarrollo de
algunas personas durante una era en particular, éstas fueron incapaces de
adaptarse a condiciones improvisadas y tendieron a retroceder hacia la sociedad
a la cual estaban acostumbrados. Fallaron en dominar la situación. La
propaganda hostil de parte de los brahmines, que encontraban su sistema de
castas minado y la cesión de privilegios, fue también un factor que causó la
declinación de la Orden.
En Sri Lanka, la orden de monjas prosperó hasta el hasta el
1017 A.C. en el reinado del Rey Mahinda IV. Luego desapareció y no fue
reanimada nuevamente. Pero la orden de monjas fue presentada en China por las
monjas cingalesas, y todavía existe allí así como en Japón. No obstante, en la
tradición Mahayana ellas ocupan un lugar subordinado, y en ningún caso están a
la par con los monjes.
De Donde Pudo Surgir la Idea de que Ser Mujer es un Obstáculo para Llegar a la Iluminación
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