Hay una gran pregunta que subyace bajo
nuestras experiencias, no importa que pensemos en ella conscientemente o no.
¿Cuál es el propósito de la vida? He considerado esta pregunta y me gustaría
compartir mis pensamientos con la esperanza de que puedan aportar un beneficio
práctico y directo a todos aquellos que los lean. Yo creo que el propósito de
la vida es ser feliz.
Desde el momento del nacimiento, cada ser humano busca la
felicidad y no quiere el sufrimiento. Esto no se ve afectado ni por las
condiciones sociales o de educación ni por las ideologías. Desde lo más
profundo de nuestro ser, simplemente deseamos ser felices.
Yo no sé si el Universo con sus
incontables galaxias, estrellas y planetas, tiene un significado más profundo o
no, pero en último término está claro que nosotros, seres humanos que vivimos
en esta tierra, nos enfrentamos a la tarea de conseguir una vida feliz para
nosotros mismos. Por ello, es importante descubrir aquello que traiga consigo
mayor grado de felicidad. ¿Cómo alcanzar la felicidad? Para empezar, podemos
dividir cada tipo de felicidad y sufrimiento en dos categorías principales:
mental y física.
De las dos, la mente es la que ejerce una mayor influencia en
la mayoría de nosotros. Exceptuando aquellas situaciones en las que nos
encontramos gravemente enfermos o desprovistos de las más básicas necesidades,
nuestra condición física juega un papel secundario en la vida. Si el cuerpo
está satisfecho, virtualmente lo ignoramos. La mente, sin embargo, registra
cada hecho, no importa lo pequeño que sea. Por ello, debemos dedicar nuestros
esfuerzos más serios a obtener la paz mental. Desde mi propia y limitada
experiencia, he descubierto que el mayor grado de tranquilidad interna viene
del desarrollo del amor y la compasión.
Cuanto más nos preocupamos de la
felicidad de los demás, mayor es nuestro sentimiento de bienestar. Cultivando
un sentimiento cálido, cercano a los demás automáticamente ponemos nuestra
mente en un estado de calma. Esto nos ayuda a remover todos aquellos miedos o
inseguridades que podamos tener y nos da la fuerza necesaria para enfrentarnos
a cualquier obstáculo que surja.
Es la fuente última de éxito en la vida.
Mientras vivamos en este mundo, estamos destinados a encontrar problemas. Si en
esos momentos perdemos la esperanza y nos desanimamos, disminuiremos nuestra
capacidad para enfrentarnos a las adversidades. Si, por otro lado, recordamos
que no somos los únicos, sino que todo el mundo debe experimentar sufrimientos,
esta perspectiva más realista de la situación aumentará nuestra determinación y
capacidad para superar los problemas.
Es más, con esta actitud, cada nuevo
obstáculo puede ser visto como otra oportunidad para mejorar nuestra mente. Así
pues, podemos esforzarnos gradualmente para convertirnos en seres más
compasivos, es decir, podemos desarrollar una simpatía genuina por el
sufrimiento de los demás conjuntamente con el deseo de ayudarles a remover su
dolor. Como resultado, aumentará nuestra propia serenidad y fuerza interna.
Tomado
de The Art of Happiness at Work, publicado en 2003 por Riverhead Press
¿Budismo... Iluminación sin Dios?
ResponderEliminarCiertos relatos de la vida del Buda cuentan que en una ocasión él y sus discípulos estaban en un bosque. Recogiendo un puñado de hojas, él dijo a sus discípulos: “Lo que les he enseñado es comparable a las hojas que tengo en la mano; lo que no les he enseñado es comparable a la cantidad de hojas que hay en el bosque”. Por supuesto, lo que se infería era que el Buda había enseñado tan solo una parte pequeña de lo que sabía. Sin embargo, hay una omisión importante... Gautama el Buda no dijo casi nada acerca de Dios; tampoco afirmó alguna vez que él fuera Dios. De hecho, se dice que dijo a sus discípulos: “Si hay un Dios, es inconcebible que se interesara en mis asuntos cotidianos”, y “no hay dioses que puedan ayudar al hombre o quieran hacerlo”.
En ese sentido el papel del budismo con relación a la búsqueda del Dios verdadero por el hombre es mínimo. The Encyclopedia of World Faiths señala que “parece que el budismo primitivo no tomó en cuenta la cuestión de Dios, y ciertamente no enseñó ni exigió creer en Dios”. Por su insistencia en que cada persona busque la salvación por su cuenta, volviéndose hacia el interior a su propia mente o conciencia en busca de iluminación, el budismo es en realidad agnóstico, si no es ateo. Al tratar de librarse de las cadenas de superstición del hinduismo y su desconcertante serie de dioses míticos, el budismo pasó al otro extremo. Pasó por alto el concepto fundamental de un Ser Supremo, por cuya voluntad todo existe y funciona. (La Biblia en Hechos Capítulo 17 versículo 24, 25.)
Debido a ese modo de pensar egocéntrico e independiente, el resultado es un verdadero laberinto de leyendas, tradiciones, doctrinas complejas e interpretaciones generadas por las muchas escuelas y sectas a través de los siglos. Lo que tenía la intención de traer una solución sencilla a los complicados problemas de la vida ha llevado a un sistema religioso y filosófico que es incomprensible para la mayoría de la gente. Más bien, el budista de término medio está sencillamente absorto en adorar ídolos y reliquias, dioses y demonios, espíritus y antepasados, y en efectuar muchos otros ritos y prácticas que tienen poco que ver con lo que Gautama el Buda enseñó. Está claro que el buscar iluminación sin Dios no tiene éxito