sábado, 22 de septiembre de 2012

CULTO A IDOLOS...!!!

Muchos en el Occidente son perturbados por la devoción mostrada a las estatuas y mándalas utilizados como objetos de culto en El budismo. Esto es percibido como la peor forma de idolatría. La tradición Budista se advierte a si misma que la adoración del Buda en su forma humana no es el Propósito del Budismo.
 
A principios del Budismo, las imágenes del Árbol Bodhi, la Rueda del Dharma o la Huella del Buda, se representaban como objetos de reverencia. Como un gran ser especial, que había pasado al completo nirvana, el Buda desafiaba la expresión en términos de forma humana. En tanto diversos objetos indicando la presencia del Buda fueron a menudo representados en vez de la forma humana, no había ninguna regla contra la idolatría.
 
Con el tiempo, bajo la influencia del arte helenístico, representaciones realistas del Buda aparecieron en la región del Gandhara al noroeste de la India, alrededor del comienzo de nuestra era. Una de las razones de la aparición de este tipo de imágenes puede haber sido la necesidad de relacionarse con el Buda como persona, el Budismo Mahayana alienta especialmente la devoción al Buda.
 
Los discípulos inmediatos del Buda no veían al Buda como un salvador trascendente. Ellos lo vieron como un hombre despierto que mostró el camino a la liberación, que cada persona debe seguir para sí mismo o ella misma. Con los años, sin embargo; el deseo de los discípulos y seguidores laicos, de la presencia real del Buda creció; el mismo Buda había hecho una distinción entre su presencia física, que él llamó la Rupakaya, o la Forma del Cuerpo, y la verdad que sus enseñanzas y vida expresaban, que él llamó el Dharmakaya, o Cuerpo del Dharma. Los Budistas Mahayana, más tarde desarrollaron la enseñanza con el fin de satisfacer su necesidad de un Buda que mantuviera una presencia activa en el mundo. Se mantuvo la distinción entre el Rupakaya y el Dharmakaya, ellos dividieron al Rupakaya: en el Nirmanakaya y el Sambhogakaya.
 
Al Dharmakaya se le dio un nuevo enfoque como la verdadera naturaleza de la realidad y no sólo el cuerpo de las enseñanzas. El resultado final era el Mahayana enseñanza del Trikaya o Tres Cuerpos del Buda.
 
El primer cuerpo del Buda es la Nirmanakaya, o " Cuerpo de transformación”. Este es el aspecto histórico del Buda y se refiere al Buda como una persona que nace, se hace iluminado, enseña el Dharma, y luego muere.
 
El segundo cuerpo es el Buda Sambhogakaya, o " Cuerpo del disfrute”. Este es el aspecto idealizado del Buda. Este cuerpo está adornado con todo tipo de señales especiales y marcas características que simbolizan la naturaleza trascendente del Buda.
 
El tercer cuerpo del Buda es el Dharmakaya o "Cuerpo del Dharma." Este es el Buda como verdad universal, una personificación de la verdadera naturaleza de la realidad misma. El cuerpo del Dharma, expresa al Dharma Maravilloso en sí mismo, deleitado por el Cuerpo del disfrute y manifestado físicamente por el Cuerpo de transformación.
 
El cuerpo del Dharma es sin forma y se estima, que se halla más allá de la representación.
 
El Budismo reconoce, que la devoción mostrada a las representaciones del Buda puede conducir a aumentar la fe y la devoción al Dharma; también enseña, que ello no debe convertirse en apego idolátrico o esclavitud a cualquier objeto físico y/o a las ideas que aquellos representan.
 
Del mismo modo, el Budismo reconoce que muchas de nuestras necesidades y deseos tienen un lugar legítimo; al llevar una vida productiva, responsable y saludable, pero no hay que sobrevalorarlos o apegarse a aquellas cosas al punto que creen sufrimiento para nosotros y para los demás.
 
Cuando se trata de idolatría, podríamos decir que el Budismo considera como potencial a la idolatría a todas las cosas; pero también observamos que no son de esta manera las cosas, sino la mente del deseo lo que las convierte en ídolos.
 
En lugar de rechazar las estatuas o las imágenes o al mundo en sí mismo, el Budismo trata de enseñar a las personas, a observar estas cosas; en la perspectiva apropiada de modo que aquellas no nos esclavicen; sino más bien realcen nuestras vidas y nos conduzcan a la liberación.
 
Por el Rev. Washo Oyamada, y el Rev. Ryuei McCormic.

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