Cuando miramos a un cisne,
parece que éste nadara sin esfuerzo, pero, bajo el agua, fuera de nuestra
vista, sus patas reman incesantemente. De manera similar, el practicante
budista posee una práctica diaria vigorosa que, si bien no carece de esfuerzo,
facilita que las cosas salgan bien en su vida cotidiana, le permite encarar las
dificultades de la vida con ecuanimidad y equilibrio. La iluminación o
conciencia de la verdad universal que yace debajo de todo fenómeno, hace
emerger los aspectos más nobles y elevados de la vida de un ser humano.¿Cuál es
esa práctica correcta del budismo que nos conduce a la iluminación?Además de la
sinfonía de cambios que se produce en el mundo que nos rodea, nuestra propia
vida cambia momento a momento.
Hasta la silla en la que
estamos sentados está cambiando a nivel molecular, a pesar de que estos cambios
sean imperceptibles para nosotros a simple vista. Este constante cambio o
fluctuación -expresado bajo el concepto budista de “impermanencia”, es lo que
origina el sufrimiento fundamental de la existencia humana. Tan sólo
ocasionalmente, en ese flujo del diario vivir, quizás tan sólo por un fugaz
momento, percibimos el ritmo subyacente, como una pulsación o zumbido, que
todas las cosas poseen. Tales momentos de toma de conciencia y realización
ocurren frecuentemente luego de experimentar una extraordinaria belleza y
tranquilidad, por ejemplo, contemplando un bello paisaje. Ese momento también
puede ocurrir en una situación límite, tal vez escalando una montaña,
interpretando un difícil concierto o atajando un penal en un partido de fútbol.
Cuando esto sucede, nos
sentimos como si estuviéramos en un territorio especial, en la cual tanto el
impredecible mundo exterior como nuestro turbulento mundo exterior emergen, el
tiempo se suspende y de pronto sentimos que no hay nada que debamos
hacer.Pero... ¿cómo hacer que estos momentos surjan a nuestra voluntad? ¿Cómo
podemos conectarnos con esta fuente de energía y sabiduría para que nuestras
vidas y la vida del universo vibren con la misma magnífica armonía? El maestro
budista Nichiren, quien vivió en el siglo XIII, definió a este ritmo, este
pulso subyacente de la vida, como Nam-myoho-renge-kyo. Nam-myoho-renge-kyo hace
posible a cualquier persona tomar contacto con este ilimitado potencial, la más
alta condición de vida, cada vez que lo desee.
Denominamos a este estado
elevado de vida la Budeidad. En los escritos de Nichiren Daishonin, la
iluminación no es solamente una finalidad remota, una meta casi imposible de
alcanzar que debemos perseguir vida tras vida sino que, en cambio, es una
cualidad inherente, presente siempre en toda vida, sólo aguardando ser
despertada en cualquier momento.Según esta enseñanza budista, cada uno de
nosotros posee el potencial de ser feliz. Es en nuestro interior que se
encuentra la capacidad de vivir con coraje, de construir relaciones personales
plenas y satisfactorias, de disfrutar de buena salud, de sentir misericordia
por los demás y de enfrentar y resolver nuestros más profundos problemas. Para
vivir esta vida de triunfo, el individuo debe atravesar por una transformación
interior. Este proceso involucra la transformación misma de nuestra personalidad,
lo que llamamos “revolución humana”.Imaginemos la siguiente situación: Tal vez
usted no se siente apreciado en su empleo. Puede que su jefe sea agresivo o,
por el contrario, hasta lo ignore por completo.
Luego de un tiempo, usted
desarrolla una carga sobre sus espaldas. A pesar de que crea ser un experto en
disimular sus negatividades, de vez en cuando no puede ocultarlas. Puede que
sus compañeros de trabajo o hasta el mismo jefe perciban que usted no está
plenamente comprometido con su tarea, o tal vez sientan que usted tiene un
problema de actitud. Por supuesto, puede que existan infinidad de
justificaciones para que tener esa actitud, todas ellas “válidas”... pero
cualquiera que fuera la razón, usted pierde oportunidades de avance por culpa de
sus malas relaciones personales.
Esta es una situación muy
frecuente en el medio ambiente laboral de hoy en día.Pero supongamos que
comienza a trabajar sobre una nueva actitud que no es solamente un mero ajuste
mental sino toda una visión proveniente de un profundo sentido de vitalidad,
confianza y misericordia. Su misericordia lo lleva a sentir simpatía por la
situación de su jefe. Armado de la comprensión, comienza a tratar a su jefe de
manera diferente, ofreciéndole su apoyo y, sintiéndose paralelamente, menos y
menos desanimado frente a cualquier negatividad que él pueda mostrar hacia
usted. Y su jefe comienza a verlo bajo una nueva luz. Las oportunidades
comienzan a aparecer. Obviamente, éste es un ejemplo muy simple, pero vivir
cada día de esta manera requiere un cambio fundamental del propio corazón. Una
vez que logramos este cambio, como si fuera una reacción en cadena, podemos
obtener un impacto positivo continuo sobre la gente que nos rodea.
El catalizador para
experimentar esta revolución interior es la práctica del budismo tal cual la
enseñó Nichiren, quien afirmó que se pueden alcanzar estos resultados de manera
sencilla tan sólo invocando Nam-myoho-renge-kyo. La práctica básica budista
establecida por Nichiren, consiste en invocar la frase Nam-myoho-renge-kyo al
Gohonzon, un pergamino inscrito con caracteres chinos y sánscritos. Invocamos
Nam-myoho-renge-kyo para lograr la iluminación, por supuesto; pero también lo
invocamos con el fin de alcanzar la felicidad, el crecimiento personal, mejorar
nuestra salud o bien, de lograr metas mundanas tales como la situación laboral
recién descrita. De hecho, invocamos por cualquier cosa que queramos: por un
trabajo mejor, o por triunfar en el que ya tenemos. O por tener una pareja, o
por mejorar y profundizar la relación que ya poseemos. Podemos invocar para
salir de la depresión, o para dejar de tener sentimientos de desesperanza. De
hecho, la mayor parte de los budistas invocan diariamente por una cantidad de
cosas, desde mejorar su propio carácter a tener un medio ambiente más propicio.
Pero siempre, la oración budista está dirigida a manifestar la budeidad
inherente, el más elevado estado de vida. ¿Cómo llegó Nichiren a descubrir esta
fórmula tan concreta y eficaz para conseguir nuestros sueños? Al igual que
Shakyamuni antes que él, Nichiren deseaba conducir a las personas hacia la
iluminación.
En muchas escuelas de
budismo, la iluminación parece ser algo remoto y el proceso de alcanzarla es
sobrehumano, algo que sólo puede ser logrado luego de varias vidas de pacientes
esfuerzos. Las prácticas tradicionales incluían severas austeridades, dietas y
cambios en los estilos de vida. A lo largo de la historia, los practicantes
budistas se han retirado de la vida mundana a los bosques, montañas y
monasterios. Pero, hoy en día, abandonar el trabajo y la rutina diaria para
asistir a un prolongado retiro no constituye una opción para la mayoría de
nosotros. Ni tampoco es práctico para la mayor parte de las personas el dedicar
largos períodos a la vida monástica, viajar a India, por ejemplo, una o dos
veces al año. Nichiren, en el siglo XIII, halló una manera de acortar este
camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario