He recibido el arroz que usted me envió, desde Tono'oka. Lo utilice el séptimo 
mes de este año, como ofrenda para los servicios en memoria de los ancestros 
fallecidos. No solo han de haber aceptado su ofrenda los sacerdotes que 
participaron, sino también la asamblea del Pico del Águila, el Budha y las 
deidades, quienes, sin duda, deben de estar regocijándoce. Es difícil expresar 
en palabras mi agradecimiento por su constante sinceridad y sus frecuentes 
visitas. Sea como fuere, no puede haber duda de su iluminación en su próxima 
existencia.
Mas que ninguna otra cosa, recuerdo que, en el octavo año de Bun'ei 
(1271), cuando recayó sobre mí la ira de las autoridades y estuve a punto de ser 
decapitado en Tatsunokuchi, provincia de Sagami, usted acudió descalzo y, con 
lagrimas de aflicción,me acompaño aferrado a las riendas de mi caballo, 
dispuesto a morir incluso si en verdad llegaban a ejecutarme. ¿En que existencia 
podría olvidar su actitud? Y eso no es todo. Desterrado en la isla de Sado, 
sepultado bajo la nieve que traía el mar del norte y vapuleado por los vientos 
de las montañas septentrionales, mi supervivencia parecía impensable. Rechazado 
aun por compañeros de toda la vida, pensé que mis posibilidades de regresar a la 
tierra natal eran tan remotas como que saliera a flote una piedra hundida en el 
fondo del mar, que solo pudiera ser movida con la fuerza de mil hombres.
Como 
toda persona común, naturalmente añoraba mi pueblo natal y su gente... Es muy 
poco común que un laico como usted, tan ocupado en el servicio a su amo, crea en 
el sutra del loto. Pero ( ademas de creer), usted ha atravesado montañas y ríos, 
y cruzando el inmenso mar azul para visitarme desde lejos. ¿ Podría su 
determinación ser inferior a la del hombre que se rompió los huesos en la ciudad 
de las Fragancias, o a la del niño que arrojo su cuerpo en las montañas nevadas? 
En lo que a mi concierne, aunque era muy improbable que pudiera regresar al 
mundo, por una u otra razón fui indultado en la primavera del undécimo año de 
Bun'ei y así regrese a Kamakura. Habiendo ponderado el significado de estos 
asuntos, creo que me he liberado del karma de mis faltas pasadas.
En una 
oportunidad, estuve a punto de perder la vida. En la era Kocho, fui desterrado a 
la provincia de Izu, y en la era bun'ei, a la isla de Sado. Por advertir una y 
otra vez a las autoridades, debí enfrentar una persecución tras otra; y sin 
embargo por esa misma razón evite ser acusado de . No obstante cuando quise 
abandonar el mundo y venir a este bosque montañoso en pos del camino, la gente 
expreso opiniones dispares, pero, por motivos que considere seriamente, llegue a 
esta provincia y a esta montaña, donde llevo viviendo siete primaveras y otoños. 
Dejemos a un lado, por ahora, la cuestión de mi sabiduría; en lo que respecta a 
soportar dificultades y a sufrir heridas como aliado de Sutra del Loto, supero 
incluso al gran maestro Tien-t'ai de China, y al gran maestro Dengyo del Japón. 
Y esto se debe a que así lo determina la época. 

 
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