Existe algo en todas las personas que nos hace querer usar la vida o
las vidas de los
demás para alcanzar nuestros propósitos. Cuando nos sentimos así, no
podemos valorar a las otras personas tal como
son, sino solo en cuanto a que encajan en nuestros esquemas.
Esta aptitud para valorar la vida en sí misma, toda la vida, ya sea que nos
concierna o no, o que nos sea útil para algo; es a lo que se refiere el
término Oscuridad Fundamental.
Podemos pensar que estamos dominados por la oscuridad fundamental si
nos queremos a
nosotros mismos y odiamos o somos indiferentes ante los demás.
Pero la cosa va más allá. Cuando no queremos al mundo, tampoco podemos
querernos a
nosotros mismos. Cuando no somos capaces de respetarnos, no podemos
respetar al resto del mundo. Esta ilusa percepción
de nosotros y los demás es la oscuridad fundamental.
Es la ignorancia de la verdadera naturaleza de la vida. Sumergidos en
este engaño, no
podemos manifestar nuestra naturaleza de Buda. Nuestra
ignorancia proviene de la creencia errada de que nuestras vidas son
entidades separadas; que la vida es más mecánica que holística. Es de
esperarse que se perciba la vida de manera
mecánica ya que, hasta hace poco, varias ramas de la ciencia
han hecho énfasis en este enfoque. Sin embargo, la oscuridad fundamental es
inherente a toda la vida a pesar de las teorías científicas.Ésta (la
oscuridad fundamental) se pone de manifiesto en el
énfasis que ponemos en nuestro ego, nuestros pensamientos de
“yo”, “lo mío”, “mi beneficio”, “mi progreso”.
Como resalta el presidente Ikeda: Según el concepto budista del
principio dependiente, todas las entidades de vida
existen debido a las relaciones mutuamente interdependientes, y
sin otras entidades de vida nuestra propia vida no existiría. Por lo tanto...
si uno basa sus acciones sólo en pensamientos de “yo”,
“lo mío”, “mi beneficio”, “mi progreso”, va en contra de
la Ley fundamental de la vida. Tal comportamiento no solo tiene
un efecto adverso sobre las personas de nuestro medio, sino que también produce
resultados negativos para nosotros mismos.
El Budismo considera al ego desde una perspectiva muy diferente a la
mayoría de las
religiones occidentales. Aquí en occidente tendemos a pensar en
términos de “debo” y “no debo”, lo cual nos lleva
asentir que estamos siendo “desobedientes” si ignoramos la
autoridad que generalmente esta conferida o adjudicada a Dios. Contrario a
esto, el Budismo de Nichiren Daishonin enseña que hacer
énfasis en pensamientos y acciones egocéntricas, es alejarse
cada vez más del sentido de integridad que es la verdadera naturaleza
de la vida. Sentir esta integridad, le proporciona a nuestras vidas
felicidad y un sentido de bienestar.
Debido a que vivimos en una época más materialista que nunca, que
tiende a incitar un
acercamiento hambriento y codicioso hacia la vida, podremos darnos
cuenta de que aún intentando tener pensamientos que
no son del tipo “yo” y “lo mío”, parecemos desafiar las
normas de la sociedad. Evidentemente, la influencia de nuestra oscuridad
fundamental colectiva está siempre presente y frecuentemente nos domina.
Salir del hechizo de “yo” y “lo mío” es difícil, pero es crucial para
nuestro
bienestar. A lo largo de este siglo los físicos y poco a poco los
científicos en otros campos, han empezado a ver
y a enseñar la interrelación de la vida. Tal como escribió
el físico teórico Fritjof Capra en El Tao de la Física:
Yo creo que el enfoque del mundo, sugerido por la física, no es
consecuente con
nuestra sociedad actual, lo cual no refleja la interrelación armoniosa
que observamos en la naturaleza. Para lograr tal
estado de equilibrio dinámico, se necesitará una estructura
económica y social radicalmente diferente: una revolución cultural en el
verdadero sentido de la palabra.
La supervivencia de toda nuestra civilización puede depender de si
podemos llevar a
cabo este cambio. Desde que Capra escribió esto, muchos de nosotros,
individualmente o en grupos, hemos, por lo menos,
llegado a entender algo sobre la interrelación de la
vida. Sin embargo, todavía hay mucho camino por recorrer si vamos a tener una
verdadera “revolución cultural” basada en este concepto. Esta parece
ser una de nuestras tareas más urgentes.
Un entendimiento teórico de la interrelación es apenas el comienzo. Uno
podría decir
que el objetivo de nuestra práctica es vivir basados en este entendimiento.
Queremos sentir todo el tiempo la interrelación de la
vida.
Estoy segura de que logramos este sentido de integridad a través de
nuestra práctica
budista para uno y para los demás.
La práctica para nosotros no significa hacer énfasis en el “yo” y “lo
mío” sino más
bien despertar el deseo del bienestar para otros al igual que para
nosotros.
Es difícil llevar a cabo esta transformación. Aún así, debido a que es
difícil, las
recompensas son inmensas. Al esforzarnos por llegar a sentir esta
totalidad nos estamos forjando a nosotros
mismos. Como resultado, nuestra capacidad para influenciar
al bienestar de los demás tendrá mucho más peso que la prisa desmesurada
de la sociedad hacia la cultura del “yo” y “lo mío”. Respetar esto como
la meta de nuestra práctica y trabajar para alcanzarlo
a través de ella, es la clave para transformar nuestra
oscuridad fundamental.
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