viernes, 21 de septiembre de 2012

CARL GUSTAV JUNG Y EL BUDISMO...!!!

Jung se acercará al budismo y a ciertas formas de religiosidad y filosofía orientales, si bien asumirá como útiles o validos algunos de sus componentes –por ejemplo, la idea de “mandala” entendida como representaciones de la mente- no se dejará absorber por ese pensamiento. Sin ir más lejos marcará sus diferencias con la idea budista de la renuncia al “yo” o, mejor dicho, de la “ilusoriedad” del “yo”.
 
No es tanto a la idea de transitoriedad a la que se opone Jung sino a la de la negatividad “per se” del “yo” y, con él, del “ethós”. Así Jung dirá respecto al concepto de liberación como aniquilación del “yo”, lo siguiente:
 
"Para mí no existe liberación a tout prix. No puedo liberarme de nada que no posea o no haya experimentado o realizado todavía. La liberación verdade...ra será sólo posible cuando haya hecho lo que podía hacer, cuando me haya dedicado completamente o tomado parte totalmente. Si prescindo de mi participación, amputo en cierto sentido la parte correspondiente de mi alma.”
 
“(…)Un hombre que no haya pasado por el infierno de sus pasiones no las habrá dominado todavía. Las pasiones se encuentran entonces en la casa contigua y, sin que él lo advierta, puede surgir una llama y pasar a su propia casa. En cuanto uno se abandona demasiado, se posterga o casi se olvida, existe la posibilidad y el peligro de que lo abandonado o pospuesto vuelva con redoblada fuerza"
 
(C.G. Jung, Recuerdos, sueños, pensamientos, Editorial Seix Barral, pág. 164)
 
Le interesaba sobremanera la colaboración entre el Oriente y el Occidente en relación a los caminos de crecimiento personal ofrecido por ambos. Es sorprendente la capacidad perceptiva demostrada por Jung en sus comentarios sobre el budismo tibetano, la India y el yoga, el taoísmo y la meditación zen.
 
No sólo era capaz de comprender lo que para la mayoría de la gente occidental de su época eran sólo experiencias extrañas, sino que consigue relacionarlas con perspectivas occidentales de naturaleza semejante. Resulta difícil valorar en su totalidad estos comentarios que aparecen generalmente en prefacios a libros de alumnos y amigos suyos.
 
Realmente, desempeñó un papel significativo en la introducción de las religiones orientales en el público occidental. Su influencia, ciertamente, ha ayudado a que en Occidente se aprecien la religión y el pensamiento oriental. Eso no impidió que él - con extraordinario buen juicio - nos previniera contra la adopción indiscriminada de religiones extranjeras acompañada del abandono de los fundamentos occidentales.
 
«Quiero hacer una advertencia muy especial contra el intento de imitar las prácticas y sentimientos orientales. Nada bueno surgirá de ello, a no ser una anulación artificial de nuestra inteligencia occidental. No pueden ni deben abandonar su comprensión occidental: más bien deberían acudir a ellas (estas prácticas) sin imitaciones ni sentimentalismos, para comprender en la medida que es posible a la mente occidental».
 
Una gran mayoría de los jóvenes occidentales que se fascinaron con las disciplinas orientales, al empezar a someterse a ellas, se desalentaron al darse cuenta de todo el esfuerzo y la devoción que se necesitaba durante un largo período de tiempo en el que no se producían los resultados que ellos esperaban. Otros se rapaban la cabeza o usaban extrañas coletas, además de estrafalarias vestiduras, sin que dieran muestras de algún apreciable progreso en su crecimiento personal. Por otra parte, ha habido cierto número de gente que sí ha sido capaz de sumergirse en técnicas y puntos de vista orientales, no sólo sin ningún riesgo para su salud psíquica, sino con una expansión del conocimiento de sí que no habría sido posible adquirir de otra manera.
 
Estas excepciones positivas no contradicen las advertencias de Jung. El no se equivocaba al señalar que la asimilación de un punto de vista extranjero, con la consiguiente pérdida de las raíces propias, no es una propuesta demasiado atractiva. Lo ideal es - además de mantenerse en lo propio y aplicar la crítica y actitudes peculiares del occidental a nuestra interioridad - tener en consideración, y procurar comprender, filosofías basadas en concepciones opuestas a las habituales como una manera de alcanzar así una totalidad más integrante. Quienes han leído la autobiografía de Jung recordarán cómo en un sueño descubrió que él era un yogui en profunda meditación, meditando la vida que el soñante vivía.
 
Este equilibrio entre Oriente y Occidente fue exactamente lo que Jung mantuvo durante su larga vida. En sus escritos mantuvo una actitud científica estricta, pero apreciando y honrando siempre el material psicológico que tenía entre manos. Nunca abandonó la religión de su nacimiento y sus ancestros, por muy amplias que fueran sus apreciaciones sobre las religiones orientales, las que se contraponían con la fe aceptada por la sociedad de su época. Era un ser ecuménico en el sentido más profundo de la palabra. Sus conexiones psicológicas eran múltiples.
 
En algunos de sus sueños aparecían experiencias del politeísmo griego, del judaísmo y del cristianismo. En otros, había temas hindúes, budistas, alquímicos o gnósticos. Jung fue quizás el primer hombre moderno que «habiendo perdido su alma», la encontró en su experiencia individual, pero conservando sus lazos con las religiones del pasado. El explicaba la etimología de «religio» como «observación cuidadosa de lo numinoso», pero su actitud vital se conectaba más con el otro posible origen de la palabra, que significa «enlazando hacia atrás». Jung se comunicaba plenamente con el pasado, en forma histórica y psicológica, con gran respeto.
 
Todas las religiones del mundo, incluído el budismo, parecen desarrollar sus ramas de fundamentalismo, tradicionalismo, misticismo, libertad del individuo y conversión. Esta variedad refleja los distintos aspectos del alma. La psicología junguiana se ha mostrado receptiva a esta variedad, ocurra ella de manera individual o colectiva. «Dejemos que el alma hable por sí misma», decía Tertuliano. Esta actitud nos permite comprender la voz del alma en el pasado. Desde ese pasado hay algo nuevo surgiendo de la psiquis, otra manera de aproximarse a lo numinoso.
 
Esta nueva experiencia de lo divino se encontraría en la reconciliación entre las religiones del mundo y en su capacidad de comunicarse con un nuevo contenido. Esto, que ha surgido independientemente en Jung, y otros, es una especie de actitud psico-religiosa, cuyas características son: lo divino nos trasciende a todos, diversos caminos llevan a él, todos son valiosos, ninguno es mejor que otro, ninguno necesita trascenderse, todas las religiones tienen su origen en la naturaleza del alma y en cómo se manifiesta en ella lo divino. Hay seguramente una visión hindú, una visión budista, judía o cristiana, pero, por sobre todas las cosas, es una visión unificadora.
 
La naciente «ecumenización» de la humanidad parece traer consigo regalos valiosos. Uno de ellos es un punto de vista psicológico que nos permite experimentar lo divino desde múltiples ángulos y permite también la reflexión y las preguntas. Parte de este regalo ya nos ha sido concedido, gracias al trabajo de Jung; pero también está surgiendo del inconsciente de mucha gente algo parecido a lo que todas las grandes religiones esperan: que cuando todos nos hallemos en armonía con la Presencia Divina, Ella se manifestará entre nosotros.

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