EL SUTRA DEL Loto es el corazón de las ochenta mil enseñanzas [1] y la esencia
de las doce clases de sutras.[2] Todos los budas, ya sean del pasado, el
presente o el futuro, obtienen la iluminación, porque adoptan este sutra como
maestro. En todo el universo, ellos conducen a la gente con la visión que han
obtenido de este vehículo supremo. Al ingresar en el reservorio de los sutras y
examinar la colección completa que allí se atesoraba, pude ver que existían dos
versiones de los Sutras y los tratados llevados a la China entre la era
Yung-p’ing, de la dinastía Han tardía, y el final de la dinastía T’ang.[3] Había
5048 volúmenes de las traducciones más antiguas [4] y 7399 volúmenes de las más
recientes.[5] Cada sutra, en virtud de su contenido, sostenía ser la enseñanza
más elevada de todas. Sin embargo, la comparación revela que el Sutra del Loto
es superior a todos los demás Sutras, así como el cielo lo es a la tierra. Se
erige sobre ellos como una nube sobre el suelo. Si comparásemos los demás sutras
con las estrellas, el Sutra del Loto sería como la Luna. Si aquellos fueran
antorchas, estrellas o incluso la Luna, el Sutra del Loto sería brillante como
el Sol.
Más específicamente, el Sutra del Loto contiene veinte principios
fundamentales. Los dos primeros son las enseñanzas de sanzen-jintengo y de
gohyaku-jintengo. Sanzen-jintengo se explica en el capítulo séptimo, titulado
“Kejoyu”. Supongamos que alguien muele una galaxia hasta reducirla a polvo.
Entonces, se lleva consigo ese polvo y se traslada mil galaxias hacía el este,
donde deja caer una mota. Luego sigue avanzando otras mil galaxias hacia el este
y allí arroja la segunda partícula. Y repite este procedimiento con una
partícula tras otra, hasta terminar con todas las motas de polvo que componían
su galaxia.
Luego reúne todas las galaxias que recorrió en su trayecto, hayan
recibido una mota de polvo o no, y, a su vez, las reduce a polvo. Dispone estas
partículas en hilera y deja pasar un eón entero entre mota y mota. Cuando pasa
el primer eón, ubica la segunda partícula y, luego, la tercera, hasta que hayan
transcurrido tantos eones como motas de polvo había. El lapso transcurrido
durante el pasaje de todos estos eones se denomina sanzen jintengo.
En
este pasado remoto, indicado por sanzen jintengo, los tres grupos de discípulos
de Shakyamuni, que eran hombres de Aprendizaje .entre ellos, Shariputra,
Mahakashyapa, Ananda y Rahula., aprendieron el Sutra del Loto de un bodhisattva
que había sido el decimosexto hijo del buda Daitsu. Sin embargo, engañados por
personas malévolas, con el tiempo abandonaron el Sutra del Loto. Descendieron a
las doctrinas de los sutras Kegon, Hannya, Daijuku o del Nirvana, e inclusive
hasta los sutras Dainichi, Jimmitsu o Kammuryoju o a las enseñanzas del
Hinayana, representadas por los sutras Agón. Prosiguieron con su declinación y,
de los estados relativamente benéficos de Éxtasis o de Tranquilidad, finalmente
cayeron en los malos caminos. Durante este período de sanzen-jintengo, muy a
menudo tuvieron que nacer en el infierno del sufrimiento incesante. A veces, lo
hicieron en los siete infiernos principales y, con menor frecuencia, en los cien
infiernos o en algunos otros.[6] En muy escasas ocasiones, nacieron en los
estados de Hambre, Animalidad o Ira, y sólo al cabo de miríadas de eones
pudieron volver a nacer nuevamente como seres humanos, en los estados de
Tranquilidad o de Éxtasis.
El tercer capítulo del Sutra del Loto dice:
“Habitan en el infierno por un tiempo tan prolongado, que termina por ser algo
tan natural como jugar en un jardín, y los otros malos caminos les parecen tan
familiares como su propio hogar”. Los que cometen las diez faltas graves [7]
caen en el infierno de Tokatsu o de Kokujo y, allí, deben pasar quinientas
existencias o mil años medidos según el tiempo del infierno. Los que cometen las
cinco faltas cardinales caen en el infierno del sufrimiento incesante y, tras
permanecer allí durante medio eón, vuelven a nacer en el estado de
Tranquilidad.
Entonces, ¿por qué razón los que abandonan el Sutra del
Loto deben caer en el infierno del sufrimiento incesante y permanecer allí
durante un número de eones tan inconcebiblemente grande? La grave causa de
desechar la fe en el sutra tal vez en estos momentos no parezca ser tan terrible
como la de matar a los propios padres. Sin embargo, aun cuando uno matase a sus
padres en una, dos, diez, cien, mil, diez mil, cien mil, un millón o mil
millones de existencias, no tendría que permanecer en el infierno durante el
lapso que dura sanzen-jintengo. Aun cuando uno asesinase a uno, dos, diez, cien,
mil, diez mil o hasta mil millones de budas, ¿tendría que habitar en el infierno
del sufrimiento incesante por un período tan largo como gohyaku-jintengo? No
obstante, los tres grupos de hombres de Aprendizaje tuvieron que sufrir durante
todo el período de sanzen-jintengo, y los grandes bodhisattvas, durante el
tiempo de gohyaku-jintengo, a raíz de la grave falta que habían cometido al
descartar el Sutra del Loto. Esto muestra cuan terrible e inconcebible es esta
mala causa.
Para decirlo con términos simples, si uno descarga un golpe
al aire, el puño no le dolerá, pero si lo hace contra una roca, sentirá dolor.
La causa de asesinar a una persona maligna es comparativamente menos grave que
la de matar a alguien bueno, que sí sería una causa muy negativa. Matar a
alguien que no es de su clan es como golpear el puño contra el barro, mientras
que asesinar a los padres es como embestir una roca. Un perro puede ladrar a un
ciervo sin que se le parta el cráneo, pero si ladra a un león, se le pudrirán
los intestinos. El ashura trató de devorar al Sol y a la Luna, y la cabeza se le
partió en siete pedazos. Como Devadatta hirió al Buda, la tierra se abrió y se
lo tragó vivo. La gravedad de una causa depende de a quién perjudica.
El
Sutra del Loto es el ojo de todos los budas. Es el maestro eterno, incluso de
Shakyamuni. Si uno descarta un ideograma o hasta un punto de él, su falta será
tan grave como si hubiera asesinado a sus padres diez millones de veces o como
si hubiese derramado sangre de los budas de todo el universo. Por eso, los que
abandonaron el Sutra del Loto tuvieron que sufrir durante un tiempo tan largo
como sanzen-jintengo o gohyaku-jintengo. Por otra parte, es sumamente difícil
encontrar a alguien que enseñe el sutra tal como éste afirma. Menos difícil
sería que una tortuga tuerta encontrara un fragmento de sándalo a flote en las
aguas o que alguien suspendiera el monte Sumeru del cielo con una fibra extraída
del tallo de un loto.
El gran maestro Tz’u-en [8] fue discípulo del
sacerdote Hsüan-chuang y maestro del emperador T’ai-tsung. Fue un hombre
venerable que, además de ser versado en las escrituras sánscritas y chinas,
había memorizado todos los sutras del Buda. Se dice que, de la punta de su
pincel, caían cenizas del Buda y que, de sus dientes, emanaba luz. Sus
contemporáneos lo respetaban como si fuera el Sol y la Luna, y los hombres de
las épocas posteriores lo admiraron y tomaron como guía esencial para su vida.
Aun así, el gran maestro Dengyo lo denunció, con estas palabras: “Aunque alaba
el Sutra del Loto, destruye su propósito”.[9] La cita significa que aunque uno
intenta alabar el Sutra del Loto, finalmente acaba por destruirlo.
El
sacerdote Shan-wu-wei fue rey de Udyana, en la India. Abdicó el trono, se hizo
sacerdote y, en el curso de su práctica budista, recorrió más de cincuenta
países de la región de la India. Finalmente, llegó a dominar todas las
enseñanzas esotéricas y exotéricas del Budismo. Más tarde, fue hasta la China y
pasó a ser maestro del emperador Hsüan-tsung. Desde entonces, cada uno de los
sacerdotes que practicaron el Shingon, tanto en la China como en el Japón, se
convirtieron en sus seguidores. A pesar de que fue una noble persona, falleció
de repente, atormentado por Emma, rey del infierno, y nadie sabe por
qué.
Yo, Nichiren, considero que esto ocurrió porque Shan-wu-wei fue, al
principio, devoto del Sutra del Loto, pero cuando leyó el Sutra Dainichi lo
consideró superior a aquel. Del mismo modo, si Shariputra, Maudgalyayana y otros
fueron condenados a vagar por los malos caminos, no fue a causa de haber
cometido las cinco faltas cardinales o las diez faltas graves ni fue por haber
cometido ninguno de los ocho actos de rebelión.[10] En cambio, tuvieron esa
retribución porque conocieron a un mal amigo que ejerció su influencia y
descartaron el Sutra del Loto para abrazar la fe en enseñanzas
provisionales.
Según el gran maestro T’ien-t’ai, “si uno entabla amistad
con alguien perverso, su vida se corromperá”.[11] Aquí, “vida” se refiere al
corazón que cree en el Sutra del Loto, mientras que “corromperse” significa
traicionar la fe en el Sutra del Loto para seguir otras enseñanzas. El Sutra del
Loto señala: “… pero cuando se les da la medicina, rehúsan tomarla”.[12] El gran
maestro T’ien-t’ai señaló: “Los que dejaron que su vida se corrompiera no
aceptaron la excelente medicina, aun cuando se les ofrecía. Perdidos en el
sufrimiento, huyeron a otros países”.[13]
Como esto es así, para los
creyentes en el Sutra del Loto, los que hostigan su práctica deberían ser más
temibles que los bandidos, ladrones, asesinos nocturnos, tigres, lobos o leones.
Más temibles, aun, que la invasión de los mongoles. Este mundo es el territorio
del Demonio del Sexto Cielo. Todo el pueblo ha tenido relación con él desde el
tiempo sin comienzo. Dicho demonio no sólo construyó la prisión de veinticinco
reinos [14] dentro de los seis senderos y confinó allí a toda la humanidad, sino
que convirtió a las esposas y a los hijos en grilletes, y a los padres y
soberanos, en redes que impiden ver los cielos.
Para confundir la naturaleza de
Buda, que es la verdadera mente de todas las personas, les hace beber el vino de
la codicia, la furia y la estupidez, y sólo los alimenta con platos ponzoñosos
que los dejan postrados sobre el suelo de los tres malos caminos. Cuando se topa
con alguien que tiene espíritu de búsqueda, procede a interponerse. Si se ve
impotente para sumir en el mal a un devoto del Sutra del Loto, trata de
engañarlo gradualmente, tentándolo hacia el Sutra Kegon, que se asemeja al Sutra
del Loto.
Eso hicieron los sacerdotes Tu-shun, Chih-yen, Fa-tsang y
Ch’eng-kuan.[15] Entonces, los sacerdotes Chia-hsiang y Seng-ch’üan,[16] con
astucia, engañaron a los creyentes en el Sutra del Loto para que depositaran su
fe en los sutras Hannya. Hsüan-chuang y Tz’u-en los condujeron al Sutra
Jimmitsu, mientras que Shan-wu-wei, Chin-kang-chih, Pu-k’ung, Kobo, Jikaku y
Chisho los incitaron mediante engaños a creer en el Sutra Dainichi. Bodhidharma
y Hui-k’o [17] los desviaron hacia la escuela Zen, mientras que Shan-tao y Honen
los llevaron, con engaños, a creer en el Sutra Kammuryoju. En cada uno de estos
casos, el Demonio del Sexto Cielo se apoderó de estos eruditos budistas para
confundir a los creyentes en el Sutra del Loto, tal como predijo el capítulo
“Kanji”: “El diablo entra en el cuerpo”.
El demonio de la oscuridad
fundamental puede incluso entrar en la vida de un bodhisattva que ha llegado
hasta el nivel más elevado de su práctica e impedirle lograr el beneficio
supremo del Sutra del Loto: la Budeidad. Por eso, le es fácil obstaculizar a
cualquiera que se encuentre en los niveles inferiores de la práctica. El Demonio
del Sexto Cielo se apodera de la vida de la esposa y de los hijos de un hombre
para confundirlo. También posee al soberano, para amenazar al devoto del Sutra
del Loto, o hace que los padres se opongan a la fe de sus hijos
creyentes.
El príncipe Siddhartha quiso renunciar a su título, pero su
hijo, Rahula, ya había sido concebido. Su padre, el rey Shuddhodana, le advirtió
que aguardara a que el niño naciese, antes de partir para iniciar su vida como
monje. Sin embargo, un demonio retrasó el nacimiento del niño durante seis
años.
En el distante pasado, Shariputra comenzó a practicar austeridades
de bodhisattva durante el Último Día del buda Sendara. Ya había practicado
durante sesenta eones, cuando el Demonio del Sexto Cielo se preocupó: si
mantenía su práctica durante cuarenta eones más, Shariputra concluiría su
práctica de bodhisattva. El diablo se disfrazó de brahmán e imploró a Shariputra
que le diese uno de sus ojos. Shariputra se lo dio, pero, desde ese momento,
perdió la voluntad de practicar y se rindió. Por ello, tuvo que permanecer en el
infierno del sufrimiento incesante durante incontables eones. El sacerdote Kugan
y otros tres monjes más engañaron a sesenta y ocho millones de creyentes,
durante el Ultimo Día del buda Daishogon, para que denunciaran al sacerdote
Fuji.[18] Y, como resultado, cayeron en el mismo infierno durante tantos eones
como partículas de polvo hay sobre la tierra. Los hombres y mujeres del Último
Día del buda Shishionno siguieron al sacerdote Shoi,[19] quien observó los
preceptos, pero se mofaron de Kikon y, también, tuvieron que permanecer en el
infierno durante interminables eones.
Lo mismo ocurre con los discípulos
de Nichiren. El Sutra del Loto señala: “Si los celos y el odio abundan aun
durante la vida del Buda, ¿cuánto peor será [lo que ocurra] en el mundo después
de su muerte?”.[20] También dice: “La gente mostrará suma hostilidad [al Buda],
y creer será algo extremadamente difícil”.[21] El Sutra del Nirvana explica: “No
tendrá que caer en el infierno, gracias a que sufrirá muerte repentina,
torturas, calumnias, humillaciones, azotes con látigos y con correas, prisión,
hambre, adversidad u otras penurias relativamente menores”. El Sutra Hatsunaion
señala: “Seréis pobremente vestidos y alimentados, buscaréis riquezas en vano,
naceréis en una familia pobre o herética, o seréis perseguidos por vuestro
soberano. Uno puede disminuir su sufrimiento y su retribución en esta existencia
gracias a los beneficios que se obtienen al proteger la Ley”.
Esto
significa que nosotros, los que ahora creemos en la Ley verdadera, alguna vez en
el pasado hemos cometido la grave causa de perseguir a su devoto y, por lo
tanto, tendríamos que estar sujetos a caer en un terrible infierno, en el
futuro. Sin embargo, los beneficios que se obtienen al practicar la Ley
verdadera son tan inmensos, que podemos transformar nuestro karma de terribles
sufrimientos futuros, si enfrentamos penurias relativamente menores en esta
existencia. Como describe el sutra, los actos contra la Ley que uno cometió en
el pasado pueden hacer que nazca en una familia pobre o herética, o que sea
perseguido por el soberano. “Familia herética” es la que actúa contra la Ley
verdadera, y “ser perseguido por el soberano” se refiere a vivir bajo el régimen
de un monarca perverso. Estos son los dos sufrimientos que hoy les toca
enfrentar a ustedes. Para expiar sus acciones contra la Ley cometidas en el
pasado, deben hacer frente a la oposición de sus padres, que albergan puntos de
vista heréticos, y vivir en una época cuyo soberano persigue al devoto del Sutra
del Loto.
El sutra lo esclarece de un modo inequívoco. Alejen de sí mismos todo
pensamiento contrario. Si dudan de que cometieron actos contra la Ley en el
pasado, no podrán resistir los sufrimientos menores que tendrán que pasar en
esta vida. En tal caso, quizá cedan ante la oposición de su padre y abandonen el
Sutra del Loto, aunque no quieran hacerlo. Recuerden que, si esto sucede, caerán
en el infierno del sufrimiento incesante con toda certeza e, incluso,
arrastrarán a él a sus padres, con lo cual todos padecerán un dolor
indescriptible. Tener un firme espíritu de búsqueda, justamente, significa
mantener una práctica correcta, basada en esta grandiosa visión.
Cada uno
de ustedes ha mantenido su fe en el Sutra del Loto; por eso, pueden librarse de
las pesadas causas negativas cometidas en el pasado. Por ejemplo, cuando el
hierro es forjado al rojo, las impurezas del metal afloran a la superficie.
Cuando una roca es expuesta a las llamas, se reduce a cenizas, pero, bajo el
fuego, el oro alcanza su punto de pureza. Esta persecución, más que nada,
demostrará que la fe de ustedes es genuina, y, sin falta, las Diez Deidades del
Sutra del Loto (jurasetsu) los protegerán. El demonio que se presentó ante
Sessen Doji para someterlo a prueba fue, en realidad, Taishaku. La paloma que
salvó el rey Shibi fue Bishamon. Incluso es posible que las Diez Deidades hayan
poseído a sus padres para poner a prueba la fe de ustedes. Cualquier debilidad
será causa de arrepentimientos. El carro que vuelca en el camino es una
advertencia para los que vienen detrás.
En una época como ésta, lo único
que puede hacerse es buscar el camino verdadero con todas las ansias. Uno puede
aborrecer de este mundo, pero no escapar de él. Todos los japoneses, sin falta,
tendrán que vérselas con una terrible calamidad en el futuro cercano. La asonada
[22] que estalló el undécimo día del segundo mes, en el noveno año de Bun’ei
(1272), fue como una lluvia de flores que vuelan con la tormenta o como rollos
de seda que arden en un infierno. ¿Hay alguien que pueda no abominar de un mundo
como el nuestro?
En el décimo mes del undécimo año de Bun’ei (1274), el
pueblo de las islas de Iki y de Tsushima fue aniquilado de un golpe. ¿Cómo
podemos decir que no es asunto de nuestra incumbencia? ¡Qué congoja habrán
sentido los soldados que partieron para enfrentar al invasor! Tuvieron que
alejarse de sus padres ancianos, de sus hijos pequeños, de sus jóvenes esposas y
de sus hogares añorados, para ir al frente a defender un mar extraño y
amenazador. Veían nubes sobre el horizonte e imaginaban que eran los estandartes
del enemigo. Veían barcos pesqueros y, paralizados de miedo, creían que eran los
navíos de guerra de los mongoles. Una o dos veces al día, escalaban las colinas
para otear el mar. Tres o cuatro veces durante la noche, ensillaban y
desensillaban los caballos. Sentían, en su propia vida, la tenebrosa realidad de
shura.[23] Todo esto, y las persecuciones que también ustedes sufrieron, debe
atribuirse, en definitiva, al hecho de que el soberano de este país se ha
convertido en enemigo del Sutra del Loto. Su oposición fue instigada por los
sacerdotes calumniadores que siguen los preceptos del Ritsu, el Hinayana, el
Nembutsu o las doctrinas del Shingon. Deben soportar esta prueba y lograr los
beneficios del Sutra del Loto. Yo, Nichiren, también llamaré a las deidades
budistas a viva voz. Ahora, más que nunca, no deben sentir ni demostrar el
mínimo temor.
Las mujeres poseen determinación débil; probablemente sus
esposas ya se hayan rendido. Pero ustedes tienen que apretar los dientes y no
dejar que su determinación se debilite. Sean tan resueltos como yo, Nichiren,
cuando enfrenté a Hei no Saemon. A pesar de que no transitaban el camino de la
iluminación, los hijos de los señores feudales de Wada y de Wakasa,[24] así como
los guerreros que siguieron a Masakado [25] y a Sadato,[26] lucharon hasta
morir, con tal de preservar su honor. La muerte nos llega a todos, aunque no
suceda ninguna calamidad. Por lo tanto, nunca deben ser cobardes ni ponerse en
ridículo.
Estoy sumamente preocupado por ustedes dos. Por eso, relataré
una historia que les será importante conocer. Se trata de dos príncipes llamados
Po-i y Shu-ch’i, hijos del rey de Hu-chu, en la China. El padre había concedido
la corona al hermano menor, Shu-ch’i. Sin embargo, muerto el rey, Shu-ch’i
rehusó ascender al trono. Po-i lo instó a que aceptara, pero Shu-ch’i insistió
en que la corona debía ser para Po-i, el hermano mayor. Po-i insistió,
preguntando cómo podía ser que Shu-ch’i contrariase la voluntad de su padre.
Aunque el menor aceptaba que el Rey lo había designado a él como sucesor, sin
lugar a dudas, seguía negándose a aceptar el trono, con el argumento de que no
podía dejar a un lado a su hermano mayor. Ambos abandonaron el reino de sus
padres y viajaron a otro, donde ingresaron en el servicio del rey Wen, de la
dinastía Chou. Al poco tiempo, este reino fue atacado y el rey Wen murió a manos
del rey Chou, de la dinastía Yin. Antes de que transcurrieran cien días desde la
muerte de su padre, el hijo de Wen, el rey Wu, se preparó para librar batalla
contra el rey Chou. Pero Po-i y Shu-ch’i, tirando de las riendas de su caballo,
trataron de disuadirlo. “Debes guardar duelo durante tres años, a partir de la
muerte de tu padre. Si ahora inicias una guerra, deshonrarás su nombre”. El rey
Wu se enfureció al escuchar esto y se dispuso a matarlos a ambos, cuando se lo
impidió T’ai-kung Wang, ministro de su padre fallecido.
Los dos sintieron
tal desencanto, que no quisieron tener nada más que ver con este rey. Por eso,
partieron al monte Shou-yang a recluirse, y allí subsistieron a fuerza de comer
helechos. Un día, una persona llamada Ma-tzu pasó por el lugar y les preguntó:
“¿Por qué os habéis recluido en un sitio así?”. Ellos le contaron la historia, y
Ma-tzu respondió: “Pero, si eso es verdad, ¿no pensaron que estos helechos
también pertenecen al Rey?”. Al oír este reproche, de inmediato dejaron de comer
las plantas.
No es propio del cielo abandonar a los hombres sabios. Por
tal razón, en ese momento apareció una deidad celestial, con la forma de una
cierva blanca, y les ofreció beber su leche. Cuando el animal se marchó,
Shu-ch’i dijo: “¡Si la leche de la cierva blanca es tan dulce, su carne debe
saber todavía mejor!” Po-i trató de hacerlo callar, pero el cielo ya había oído
sus palabras y los abandonó de inmediato. Y, por eso, con el tiempo se murieron
de hambre. Aunque una persona actúe sabiamente durante toda la vida, una sola
palabra imprudente puede ocasionarle la ruina. Como ignoro qué pensamientos
pueden poblar su corazón, me preocupo seriamente por ustedes.
Cuando el
buda Shakyamuni era príncipe, su padre, el rey Shuddhodana, no pudo tolerar la
pérdida de su único heredero y, por lo tanto, no le permitió renunciar a su
estirpe real. El Rey mantuvo dos mil soldados apostados en los cuatro portales
de la ciudad para impedirle que se marchara. No obstante, el príncipe finalmente
se fue del palacio, contra la voluntad de su padre. En general, el deber de un
hijo es obedecer a sus progenitores, pero, en el camino hacia la Budeidad, no
seguirlos puede, a la larga, ser la forma de retribuirles de verdad lo que ellos
han hecho por uno. El Sutra Shinjikan explica la esencia de la piedad filial del
siguiente modo: “Al renunciar a las obligaciones e ingresar en el nirvana, uno
puede saldar completamente sus deudas de gratitud”. Es decir que, para entrar en
el camino verdadero, uno deja su hogar, contra la voluntad de sus padres, y
alcanza la Budeidad. Así, puede retribuir de verdad los favores recibidos de
ellos.
Del mismo modo, en los asuntos mundanos, si los padres de uno
instigan a la rebelión, no es propicio seguirlos. Esto se menciona en la
escritura confuciana Clásico sobre la piedad filial. Cuando el gran maestro
T’ien-t’ai comenzó a meditar sobre el Sutra del Loto, las apariciones de sus
padres fallecidos se le posaron sobre las rodillas y trataron de impedir su
práctica del Budismo. Esto fue obra del Demonio del Sexto Cielo, que adoptó la
forma de su padre y de su madre para oponerse a él.
Acabo de citar la
historia de Po-i y de Shu-ch’i. Hay una lección más que tendrían que aprender de
la Historia. El emperador Ojin, quien ahora es el bodhisattva Hachiman, fue el
decimosexto gobernante del Japón. El emperador Ojin tuvo dos hijos: el primero
fue el príncipe Nintoku, y el segundo, el príncipe Uji. El emperador transfirió
la corona a Uji, el hermano menor. Cuando el padre falleció, Uji pidió a su
hermano mayor que ocupara el trono, pero éste le reprochó la actitud, con estas
palabras: “¿Cómo te niegas a cumplir con la voluntad de nuestro
padre?”.
Discutieron una y otra vez, y por tres años nadie se hizo cargo
del trono. A raíz de esto, el pueblo padecía un dolor indescriptible. Era como
una maldición que se cernía sobre el país, hasta que, un día, el príncipe Uji
pensó: “Mientras yo viva, mi hermano no ocupará el trono”. Entonces, se suicidó.
Frente a esto, el príncipe Nintoku se vio desgarrado por el pesar, y su vida se
sumió en la angustia. Al ver esto, el príncipe Uji regresó a la vida, para dar
aliento a su hermano, y luego volvió a morir. Se dice que, cuando por fin
Nintoku se hizo cargo del trono, el pueblo retornó a la paz y recibió ochenta
barcos cargados de tributos, de los tres reinos coreanos de Silla, Paekche y
Koguryo.
En otros casos, la relación entre los hijos de sabios reyes no
fue tan armoniosa. ¿Qué vínculos les han permitido a ustedes, hermanos,
continuar en tan buenos términos? ¿Serán la manifestación de los príncipes Jozo
y Jogen, o de los bodhisattvas Yakuo y Yakujo?[27] Cuando su padre desheredó a
Munenaka, supuse que Munenaga se negaría a ponerse del lado de su hermano, con
lo cual sería mucho más difícil reconciliar al padre con Munenaka. No obstante,
si lo que me dijo Tsuruo es cierto, los dos han tomado la decisión de resolver
esto juntos. No encuentro palabras para manifestar mi alegría ante esta noticia
sorprendente, como ya les dije en mi carta anterior. ¿Podría haber una historia
más maravillosa que la de ustedes?
El Registro de las regiones
occidentales habla de un ermitaño que vivió en el Parque de los Ciervos, en
Benares, India, con la esperanza de adquirir poderes ocultos. Aprendió a
convertir piedras en joyas y a cambiar la forma de los hombres y de los
animales, pero no conseguía montar sobre las nubes ni viajar al Palacio de los
Inmortales. Para lograr estos objetivos, tomó por discípulo a un hombre de gran
integridad. Le dio una larga espada, lo hizo ponerse de pie en una esquina de la
plataforma de meditación y le dijo que retuviera el aliento sin pronunciar una
sola palabra. Si el discípulo conseguía mantener silencio durante toda la noche,
hasta el amanecer, el ermitaño podría adquirir esos poderes ocultos. Decidido,
se sentó en el centro de la plataforma, con otra larga espada en la mano, a
cantar sus invocaciones. Pero primero, hizo que el aprendiz pronunciara un
juramento: “Aunque te cueste la vida, no dirás nada”. El hombre respondió:
“Aunque muera, ni una palabra saldrá de estos labios”.
De este modo pasó
la noche hasta que, cuando el sol iba a asomar, el aprendiz gritó, de pronto, y
el ermitaño fracasó en su intento de inmediato. Recriminó al discípulo su
conducta, a voz en cuello: “¿Cómo pudiste quebrar tu juramento? ¡Es
deplorable!”. El discípulo, profundamente arrepentido, contó: “Me dormí un rato
y, en mi sueño, mi anterior maestro se me apareció para amonestarme. Sin
embargo, lo resistí sin decir palabra, pues la deuda de gratitud que tengo con
usted es mucho mayor. Mi anterior maestro se enfureció y amenazó con
decapitarme, pero así y todo no dije nada. Finalmente me decapitó, y cuando vi
mi propio cadáver en el viaje de la muerte, sentí una aflicción indescriptible.
Y, sin embargo, no hablé. Más tarde, renací en una familia de brahmanes, al sur
de la India. El dolor que sentí al entrar en el útero y al salir de él fue
intolerable, pero contuve el aliento y no lloré. Crecí y, cuando fui joven,
contraje matrimonio. Mis padres murieron, nació mi hijo. Sentí dolor y alegría,
pero no dije una sola palabra. Así viví, hasta llegar a los sesenta y cinco
años. Entonces, mi esposa me dijo: ‘Si sigues negándote a hablar, mataré a tu
amado hijo’. Pasó por mi mente la idea de que estaba en los últimos años de mi
vida y que, si mi hijo moría, no podría concebir otro. Sentí que debía gritar y,
de pronto…, desperté”.
El ermitaño dijo: “No hemos sido lo bastante
fuertes. Tú y yo nos dejamos engañar por un demonio. Nuestra tarea ha concluido
en el fracaso”. El discípulo se lamentó: “Fui tan débil, que mi maestro no pudo
adquirir los poderes ocultos”. Pero el ermitaño repuso: “La culpa ha sido mía,
pues no te advertí lo suficiente antes de comenzar”. Sin embargo, según cuenta
la historia, el discípulo sintió tal aflicción por no poder retribuir los
favores al maestro, que su dolor lo hizo morir miserablemente.
En la
China, los poderes ocultos fueron consecuencia del Confucianismo, y en la India
se los encuentra en las enseñanzas de los brahmanes. Por eso, ni siquiera se
aproximan a las primitivas doctrinas Agón del Budismo Hinayana ni, por supuesto,
a las enseñanzas de tsugyo, bekkyo o engyo. Entonces, ¿cómo podrían compararse
con el Sutra del Loto? Los cuatro demonios [28] se oponen ferozmente incluso al
logro de cosas tan superficiales. Así, pues, cuánto mayores son las
tribulaciones que deberán enfrentar los discípulos del devoto del Sutra del
Loto, pues éste es el primero en abrazar y el primero en propagar
Nam-myoho-renge-kyo, el principio supremo del Sutra del Loto, en el Japón. Es
algo imposible de imaginar o de describir con palabras.
El Maka Shikan es
la obra suprema del gran maestro T’ien-t’ai y contiene la esencia de todos los
sutras budistas. Durante los quinientos años posteriores a la introducción del
Budismo en la China, aparecieron siete grandes maestros al norte del río Yangtzé
y tres, al sur. Su sabiduría era brillante como el Sol y la Luna, y su virtud
descollaba a lo ancho y a lo largo; sin embargo, tenían una gran confusión con
respecto a cuales sutras eran profundos y cuales, superficiales; cuales,
inferiores o superiores, o en qué orden habían sido enseñados. El gran maestro
T’ien-t’ai no sólo esclareció las enseñanzas del Budismo, sino que, también,
extrajo del repositorio de Myoho-renge-kyo la joya que concede los deseos,
llamada ichinen sanzen, y la concedió a los pueblos de los tres países.[29] Esta
enseñanza se originó en la China.
Ni siquiera los grandes eruditos de la India
pudieron formular un concepto así. Por eso, el gran maestro Changan escribió:
“Nunca antes hemos oído una enseñanza tan lúcida como el Maka Shikan” [30] y “Ni
los grandes maestros de la India se podían comparar con él”.[31] La doctrina de
ichinen sanzen revelada en el quinto volumen del Maka Shikan es particularmente
profunda. Si ustedes la propagan, los demonios surgirán sin falta. Si no fuera
por ellos, no habría forma de saber que ésta es la verdadera enseñanza. Un
pasaje del mismo volumen señala: “A medida que la práctica avanza y crece la
comprensión, surgen los tres obstáculos y los cuatro demonios, y compiten entre
sí para interponerse. […] No deben permitir que los atemoricen ni que influyan
en ustedes. Si caen bajo su influencia, se verán conducidos a los malos caminos.
Si se dejan atemorizar por ellos, no podrán practicar el Budismo verdadero”.
Esta cita no sólo se aplica a mí, Nichiren, sino que constituye una guía para
mis discípulos. Con el mayor respeto, incorporen esta enseñanza en su vida y
transmítanla como axioma de fe para las generaciones futuras.
Los tres
obstáculos a los que se refiere esta cita son bonno-sho, go-sho y ho-sho.
Bonno-sho son los obstáculos a la práctica que se originan en la furia, la
codicia y la estupidez; go-sho son los obstáculos que presentan la esposa o los
hijos, y ho-sho son los impedimentos provocados por el soberano o los padres. De
los cuatro demonios, la función del Demonio del Sexto Cielo es de esta última
índole. En el Japón de hoy, ¿hay alguien que realmente se haya enfrentado a los
tres obstáculos y a los cuatro demonios? Sin embargo, muchos dicen dominar el
Maka Shikan. La cita “…si caen bajo su influencia, se verán conducidos a los
malos caminos” no sólo hace referencia a los tres estados inferiores, sino
también a los de Tranquilidad y de Éxtasis y, en general, a los nueve estados.
Por lo tanto, todos los Sutras, salvo el del Loto .inclusive los Sutras Kegon,
Agón, Hodo y Hannya.[32] así como los del Nirvana y Dainichi conducirán a las
personas hacia los malos caminos. También, con excepción de la escuela Tendai,
los adeptos de las otras siete escuelas budistas principales [33] son, en
realidad, agentes del infierno que conducen a los demás hacia los caminos del
mal. Hasta en la escuela Tendai hay quienes profesan la fe en el Sutra del Loto
pero, en verdad, desvían a otros hacia las enseñanzas anteriores a este sutra.
También ellos son emisarios del Infierno, que hacen caer a la gente en los malos
senderos.
Ustedes dos, hermanos, son como el ermitaño y su discípulo. Si
alguno de los dos se da por vencido en mitad del camino, ninguno podrá alcanzar
la Budeidad. Son como las dos alas de un pájaro o los dos ojos de un hombre. Y
sus esposas son su sostén. Las mujeres apoyan a los demás y, de ese modo,
consiguen que les den apoyo. Cuando un marido es feliz, su esposa se siente
colmada. Cuando un hombre es ladrón, su esposa también termina por serlo. Esto
no sólo es un hecho limitado a esta existencia. El marido y la mujer tienen una
relación tan íntima como el cuerpo y la sombra, como la flor y el fruto, como la
raíz y las hojas, en cada existencia de la vida. Los insectos se alimentan de
los árboles en que viven, y los peces beben el agua en que nadan. Si la hierba
se marchita, las orquídeas se lamentan; si los pinos crecen frondosos, los
robles se regocijan. Hasta los árboles y la hierba mantienen una relación tan
estrecha.
El hiyoku es un ave de un cuerpo y dos cabezas. Ambos picos alimentan
un mismo cuerpo. Los hiboku son peces que poseen un solo ojo. Por eso el macho y
la hembra deben permanecer juntos durante toda la vida. El marido y la mujer
tendrían que ser así. Ustedes dos, esposas, no deberían lamentarse, aun si sus
esposos las hostigaran a causa de su fe en esta enseñanza. Si ambas se unen para
alentar la fe de ellos, seguirán el camino de la hija del Rey Dragón y serán un
ejemplo de mujeres que alcancen la iluminación en el corrupto Ultimo Día de la
Ley. Mientras puedan comportarse de este modo, pase lo que pase, yo, Nichiren,
diré a los dos venerables, a las dos deidades celestiales, a las Diez Deidades y
a los budas Shakyamuni y Taho que les permitan nacer como budas en cada una de
sus futuras existencias. El Sutra Rokuharamitsu señala que uno debería ser amo
de su mente, en lugar de dejar que su mente lo dominara.
Sea cual fuere
el problema que surja, consideren que es pasajero como un sueño y sólo piensen
en el Sutra del Loto. La enseñanza de Nichiren fue particularmente difícil de
creer, al principio, pero ahora que mis profecías se han cumplido, los que me
calumniaron sin razón han llegado a arrepentirse. Si otros hombres y mujeres se
convierten en mis discípulos en el futuro, nunca ocuparán el lugar que ustedes
poseen en mi corazón. Entre todos los que abrazaron la fe desde un principio,
muchos la abandonaron luego, por miedo al repudio de la sociedad. Entre ellos,
algunos se me opusieron con más ferocidad que los que habían actuado contra la
Ley desde un primer momento. Durante la vida de Shakyamuni, el sacerdote
Sunakshatra al principio creyó en el Buda, pero luego, tras abandonar la fe,
calumnió con tal insidia, que ni siquiera el Buda pudo salvarlo del infierno del
sufrimiento incesante. Esta carta ha sido escrita especialmente para Munenaga.
También deberá ser leída a su esposa y a la de Munenaka. Nam-myoho-renge-kyo.
Nam-myoho-renge-kyo.
Nichiren. De mi puño y letra.
En el
decimosexto día del cuarto mes, en el duodécimo año de Bun’ei
(1275).
ANTECEDENTES
Los dos hermanos Ikegami .Munenaka y
Munenaga. se convirtieron al Budismo verdadero en la misma época que Shijo
Kingo. El mayor, Munenaka, fue el primero en hacerlo, probablemente en 1256, y
su hermano menor no tardó en seguirlo. Ambos eran oficiales del “sogunato” de
Kamakura, y su padre, Yasumitsu, ocupaba un importante puesto dentro del sector
de construcciones del gobierno.
Fue inevitable que ambos hijos tuvieran
obstáculos, dado que su padre era un celoso seguidor de Ryokan, sacerdote
principal de la escuela Ritsu y hombre muy activo en los asuntos políticos. En
abril de 1275, Yasumitsu desheredó a su hijo mayor. Pero, por muy ofensiva que
le hubiera parecido la fe de Munenaka, seguramente hubo otras provocaciones para
que tomase una medida semejante. Desheredar a un hijo no era un asunto de poca
importancia. El hijo mayor tenía el derecho a la sucesión, no sólo en cuanto a
los bienes materiales, sino también en cuanto al prestigio social. Esta
tradición poseía un profundo arraigo en la sociedad japonesa. El individuo
prácticamente no existía fuera de su contexto familiar, y siglos de rivalidades
en el seno de las familias, de enemistades y hasta de homicidios daban
testimonio de la importancia que tenía asegurarse el primer lugar en el linaje,
para tener derecho a la herencia. Las personas desheredadas debían hacer frente
a una serie de sanciones sociales y económicas muy severas, que nos sería muy
difícil siquiera imaginar en la sociedad relativamente liberal de hoy.
El
Daishonin sospechaba que, en todo esto, estaba la mano de Ryokan. En efecto, al
desheredar a Munenaka, el padre pensaba que, seguramente, crearía rivalidad
entre ambos hijos y que, así, podría tentar al menor, más débil, a cambiar sus
creencias por los territorios de su padre. A esta altura, Ryokan ya había
abandonado toda esperanza de atacar a Nichiren Daishonin; sin embargo, le
resultaba bastante sencillo presionar a sus seguidores. Hay pruebas de que
Ryokan persuadió a Yasumitsu de que tomara medidas contra su hijo.
La
“Carta a los hermanos” menciona tres modos en que los creyentes deben tomar los
obstáculos, desde el punto de vista del Budismo: 1) la fe firme nos da la
oportunidad de expiar el karma negativo del pasado; 2) las deidades budistas
están sometiendo a prueba la fe; 3) la función del Demonio del Sexto Cielo se ha
apoderado de los padres o de los demás para obstruir la práctica. El Daishonin
alienta a los hermanos cuando dice que Munenaka fue desheredado a causa de su
firme fe en el Budismo verdadero y que, al superar dicho obstáculo, ambos podrán
transformar su karma y lograr una felicidad indestructible. Concluye que, de no
ser por los obstáculos, no habría modo de saber que esta religión tiene una
inmensa fuerza.
El padre de Munenaka lo perdonó, pero volvió a
desheredarlo en 1277. Sin embargo, los hermanos continuaron con su práctica, tal
como los había orientado el Daishonin y, en 1278, tras veintidós años de
mantener la fe, convirtieron a su padre al Budismo
verdadero.
Citas:
[1] Ochenta mil enseñanzas: Todas las enseñanzas
de Shakyamuni. No es una cifra exacta, sino que se utiliza este número para
indicar totalidad.
[2] Doce clases de sutras: Método de clasificación de
las enseñanzas de Shakyamuni, según el contenido y el estilo de la exposición.
Indica la totalidad de los sutras.
[3] La era Yung-p’ing comenzó en el
año 58. La dinastía T’ang concluyó en 907.
[4] Se trata de los sutras
traducidos inicialmente al chino por Kumarajiva (344-409) y Paramartha
(499-569), que hacían hincapié en la transmisión del verdadero
significado.
[5] Realizadas por Hsüan-chuang (602-664), quien puso mayor
énfasis en la traducción literal.
[6] En el volumen 6 de su Hokke Gengi,
T’ien-t’ai explica las ciento treinta y seis clases de infiernos: ocho infiernos
principales, cada uno de los cuales posee dieciséis infiernos subsidiarios. El
último y más atroz de todos es el infierno del sufrimiento incesante. El
sufrimiento de uno difiere según la naturaleza y el grado de sus malas
causas.
[7] Diez faltas graves: Actos expuestos en el Kusha Ron, que
abarcan los tres males físicos (matar, robar y cometer adulterio), los cuatro
males verbales (mentir, adular, calumniar y hablar en forma hipócrita) y los
tres males mentales (codicia, furia y estupidez).
[8] Tz’u-en (632-682):
Sacerdote de la dinastía T’ang y sucesor directo de Hsüan-chuang, fundador de la
secta Fa-hsiang (Hosso).
[9] Hokke Shuku.
[10] Ocho actos de
rebelión: Crímenes enumerados en el estatuto Taiho, que entró en vigencia en el
siglo VIII en el Japón. 1) Perpetrar atentados contra la vida del Emperador, 2)
conspirar para destruir las tumbas o los palacios imperiales, 3) cometer
traición, 4) asesinar a un antecesor, tal como los abuelos, los padres o los
hermanos mayores, 5) asesinar a otros parientes o al cónyuge, 6) incurrir en
falta de respeto al Emperador o a los santuarios imperiales, 7) cometer actos
contrarios al deber filial con respecto a los abuelos y asesinar al maestro, al
mentor o a un superior.
[11] Hokke Gengi, vol. 6.
[12] Sutra del
Loto, cap. 16.
[13] Hokke Gengi, vol. 6.
[14] Prisión de
veinticinco reinos: Divisiones del triple mundo del deseo, la materia y el
espíritu. Otro modo de considerar los estados de vida de los seis mundos
inferiores.
[15] Tu-shun (557-640), Chih-yen (602-668), Fa-tsang
(643-712) y Ch’eng-kuan (738-839): Respectivamente, el fundador y los sucesivos
sacerdotes principales de la escuela Hua-yen (Kegon) en la China.
[16]
Chia-hsiang (549-623) y Seng-ch’üan: Chia-hsiang estableció la base de la
escuela San-lun (Sanron) en la China, durante el siglo VI, pero luego se hizo
seguidor de T’ien-t’ai. Seng-ch’üang fue un sacerdote de la escuela San-lun
cuyas enseñanzas fueron transmitidas a Fa-lang y, de éste, a
Chia-hsiang.
[17] Bodhidharma y Hui-k’o (487-593): Bodhidharma (en chino,
Ta-mo) introdujo la práctica del Ch’an (Zen) en la China y fundó allí la escuela
homónima. Hui-k’o fue su sucesor.
[18] Fuji: Según el Sutra Butsuzo,
vivió en el remoto pasado, tras la muerte del buda Daishogon. Los seguidores de
Daishogon se habían dispersado en cinco escuelas. Sólo el sacerdote Fuji mantuvo
correctamente sus enseñanzas.
[19] Shoi: Vivió en el Último Día de un
buda llamado Shishionno. Se dice que cayó vivo en el estado de Infierno por
calumniar al bodhisattva Kikon, quien propagaba el Budismo.
[20] Sutra
del Loto, cap. 10.
[21] Ib., cap. 14.
[22] Se refiere al incidente
en el cual el regente Hojo Tokimune despachó tropas a Kyoto e hizo matar a su
medio hermano Tokisuke, ante la sospecha de conspiración.
[23] Shura:
Ira, confrontación, uno de los Diez Estados de la vida.
[24] Wada
(1147-1213) y Wakasa (fall. 1247): Wada Yoshimori fue un oficial militar del
régimen de Kamakura que se vio tentado a luchar contra el clan Hojo y fue muerto
en la batalla, junto con toda su familia. El señor feudal Wakasa, también
conocido como Miura Yasumura, fue otro oficial derrotado por la familia Hojo. Él
y más de quinientos miembros de su clan se suicidaron.
[25] Masakado
(fall. 940): Distinguido guerrero del clan Taira que ejerció el poder en la
región oriental del Japón. En 939, se rebeló contra la corte imperial y se
proclamó nuevo emperador. Sin embargo, su primo, Taira no Sadamori, aplastó sus
fuerzas y lo asesinó.
[26] Sadato (1019-1062): Abe no Sadato, cabeza de
una poderosa familia en la región este del Japón. Buscó establecer la
independencia del régimen imperial, pero fue derrotado y murió combatiendo
contra la armada imperial.
[27] Yakuo y Yakujo: Hermanos que curaban a
las personas de sus males físicos y espirituales. Según el capítulo 27° del
Sutra del Loto, son las corporificaciones de Jozo y de Jogen.
[28] Cuatro
demonios: Ver, en el Glosario, el nombre “Tres obstáculos”.
[29] Tres
países: La India, la China y el Japón.
[30] Introducción del Maka Shikan,
vol. 10.
[31] Hokke Gengi, vol. 2.
[32] Kegon, Agón, Hodo y
Hannya: Sutras que señalan los primeros cuatro de los cinco
períodos.
[33] Siete escuelas budistas principales: Se trata de las tres
escuelas del Hinayana —Kusha, Jojitsu y Ritsu— y de las cuatro escuelas del
Mahayana —Hosso, Sanron, Kegon y Shingon.
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