El
budismo es múltiple, plural, diverso, complejo. En lo sucesivo, en Occidente se
codean monjes Zen, lamas tibetanos en el exilio, monjes cambodjanos y
sri-lankeses de la escuela Theravada, así como venerables vietnamitas llenos de
amidismo (un budismo de fe particularmente vivaz en la zona ... china).
Disparidad de enseñanzas, yuxtaposición de escuelas. Sin embargo, después de
algunas decenas de años, está tomando importancia una nueva corriente de
pensamiento budista que traspasa todas: el Budismo Comprometido.
Este
movimiento pan-búdico, que no ha surgido de una escuela particular y que
encontramos tanto en Oriente como en Occidente, expresa una postura innovadora:
un budista puede (o mejor, debe) comprometerse en la vida política, económica o
civil con el fin de concretar un ideal de sociedad justa y equitativa, libre, y
es aquí donde reside una de las novedades, oponerse a las estructuras
establecidas. En el transcurso de la historia, los monjes budistas se han
constituido la mayoría de veces en comunidades de personas en retiro espiritual
y son raros los que han vuelto a poner en tela de juicio los sistemas políticos
en los que evolucionaban, incluso los más despóticos.
La
conformidad de las comunidades monásticas con el orden establecido ha sido más
o menos siempre rigoroso. Pero ¿podemos hoy en día contentarnos con enseñar una
religión cuando los hombres no comen cuando tienen hambre, no tienen techo o
abrigo o no tienen acceso a la educación? Así, ha aparecido el sentimiento de
que los budistas también debían responder a un sufrimiento más global que el
simple sufrimiento psicológico o existencial.
Que
también debían afrontar las desigualdades sociales, los problemas materiales,
las dificultades económicas e incluso las opresiones.
Este
movimiento todavía es poco conocido en Francia, aun cuando una de sus figuras,
el monje vietnamita Thich Nhat Hanh vive y enseña en ese país desde hace
treinta años. El movimiento predomina en América, en los países anglo-sajones y
en Alemania, país donde el budismo está arraigado desde hace algunas décadas.
Ya tiene múltiples caras, según si sus miembros se comprometen en la acción
social o en la militancia política. Incluso se ha formado una separación entre
los que ven en esta forma de compromiso un complemento necesario de las
actividades tradicionales enseñadas en el seno de su propia escuela
(meditación, estudio, etc.) y los, más radicales, que consideran el Budismo
Comprometido como una "vía espiritual" en sí misma. De todas formas,
esta última tendencia sigue siendo minoritaria. Sus campos de actividad son de
lo más variado: la ayuda a los presos, la construcción de hospitales, la
militancia, la reflexión sobre la educación o la economía, o la participación
en movimientos pacifistas o ecológicos, etc.
Para
estas personas comprometidas, el budismo también es vivido como un combate
social y/o político. Algunos retirarán un porcentaje de sus impuestos
correspondiente a la parte reservada al presupuesto de defensa. Otros ya no
serán simplemente vegetarianos por convicción filosófica sino por auténtica
concienca política, con el fin de mostrar su oposición a la sociedad de
consumo. Un punto de encuentro entre Oriente y Occidente.
El
Budismo Comprometido es un budismo moderno nacido del encuentro y de la
interacción entre los ideales de Oriente y Occidente, uno portador de una
tradición de liberación interior, el otro de una tradición de libertad
política. Robert Aitken (en la foto), uno de los pioneros de este nuevo
budismo, describe así este encuentro, desde un punto de vista occidental:
"Nosotros, los otros budistas occidentales, edificamos sobre una tradición
de responsabilidad social que existe desde Moisés, Jesús y Platón pero también
sobre otra tradición de rectitud que se ha formado en los monasterios de
yoguis, taoístas, budistas, así como en las grandes instituciones
confucionistas.
Por esta síntesis, se asegura que el budismo en Occidente
aplica la ética de una nueva manera." En esta nueva forma de budismo, las
nociones civiles de libertad, igualdad y fraternidad, en lo sucesivo, hacen eco
con los ideales espirituales como la repartición o el respeto.
Si
el término ha sido forjado durante la guerra del Vietnam por Thich Nhat Hanh,
el Budismo Comprometido, como respuesta a los problemas sociales y políticos,
ya tiene una historia centenaria en Asia; en el origen, se trataba de una
lectura budista del marxismo. El ideal comunista ha parecido a sus primeros
lectores orientales una versión curiosamente cercana al modelo comunitario
predicado por el Buda. Y desde el principio del siglo, surgía aquí y allá la
idea de un "budismo socialista" o de un "budismo radical".
La mayoría de veces, este primer impulso fue reprimido violentamente. Durante
la guerra ruso-japonesa de principios de siglo, un asunto que implicaba a
religiosos también tuvo una gran resonancia en Japón. Veintiseis personas
pertenecientes a un movimiento de inspiración marxista y anarquista fueron
arrestadas por alta traición y conjuración contra el Emperador.
Entre
ellas, el editor de la traducción japonesa del Manifiesto del Partido Comunista
y cuatro monjes budistas entregados a la causa del pueblo. Uno de esos monjes,
Gudô Uchiyama, de la escuela Zen, ha dejado una amplia obra escrita que permite
circunscribir sus reflexiones. Sus lecturas de los autores sociales le habían
llevado a la conclusión de que las doctrinas budistas y marxistas compartían el
mismo ideal social. Por esto, le pareció que era su deber de monje militar por
el desarme, el pacifismo y la nacionalización de las tierras. Cuando en 1907,
el partido socialista japonés fue prohibido, Uchiyama siguió imprimiendo sus
libros en la clandestinidad donde hacía un llamamiento a las reformas sociales
y económicas.
Arrestado
en 1909, fue condenado a siete años de cárcel por actividades subversivas.
Cuando estaba en la prisión, fueron arrestados otros militantes. Sus libretas y
octavillas eran releídas, como su Manual para los soldados imperiales, donde
pedía a los militares que desertaran. Finalmente acusado de alta traición,
Uchiyama, monje budista y marxista, fue fusilado junto a otros conspiradores.
Este asunto que marcó la opinión japonesa de la época es, en este aspecto,
revelador de este encuentro inesperado entre Oriente y Occidente.
Este
tipo de opiniones declaradas públicamente eran marginales. Pero marcaban una
nueva toma de conciencia: en lo sucesivo, el budismo podía tener un papel
político y social contra o independiente de las autoridades o estructuras
establecidas. Luego la connivencia del budismo y el marxismo ha sido muy real
en Asia. En el momento de la lucha por la independencia de Ceilán, numerosos
monjes tomaron así hecho y causa para movimientos de inspiración socialista y
comunista. Hoy, la tentación marxista ya no es, como podemos imaginar, actual.
Gandhi,
símbolo de la no-violencia, ha reemplazado en lo sucesivo a Marx en los iconos
del Budismo Comprometido. Sin embargo, este movimiento sigue estando
ampliamente formado por ideales socialistas, por lo menos en sus versiones
politizadas. Panorama de las redes de budistas comprometidos.
Actualmente,
la mayoría de los budistas comprometidos están reagrupados en el seno de dos
grandes organizaciones internacionales: The Buddhist Peace Fellowship (BPF) y
The International Network of Engaged Buddhists (INEB). La primera tiene su sede
en los Estados Unidos, la segunda en Asia. Independientemente de estas dos
redes, hay muchas otras organizaciones budistas que también trabajan en el
ámbito del compromiso político y social.
La mayoría de veces son emanaciones de
una tradición particular, como la reciente Zen Peacemaker Order creada por
Bernard Glassman, quien quiere casar el Zen con el compromiso social. La BPF y
la INEB son organizaciones pan-budistas. Sus objetivos sobrepasan la ayuda
directa a los desprovistos y la simple coordinación de programas sociales.
Funcionan como redes de reflexión y proponen proyectos de sociedad alternativa.
La
Buddhist Peace Fellowship es, ante todo, la obra de un hombre, Robert Aitken,
uno de los pioneros del budismo Zen americano. Nacido en 1917, Aitken se
interesó por el budismo cuando fue hecho prisionero en Japón durante la segunda
guerra mundial. Después de la guerra, prosiguió su aprendizaje junto a los
maestros japoneses y, finalmente, fue reconocido como enseñante en el seno de
la escuela Zen Sambô Kyôdan, "La Sociedad de los Tres Tesoros".
Paralelamente, se implicó en el activismo que vivía como un complemento
necesario a su práctica budista. Militó contra los ensayos nucleares americanos
en los años 50, luego contra la guerra del Vietnam en los años 60. Aitken fue
uno de los primeros budistas americanos que practicó la desobediencia civil
rechazando pagar la parte de sus impuestos afectados por el presupuesto de
defensa. Lo que es, dicho sea de paso, totalmente impensable en el contexto del
Zen japonés donde la sumisión al Estado y más generalmente al grupo social, es
imperativa. Vinculado a sus maestros, Aitken, ha separado, no obstante siempre,
el mensaje del Zen de los que consideraba defectos de la cultura japonesa.
Las
reflexiones de los budistas americanos sobre su compromiso político datan de
esta época donde la guerra del Vietnam obligaba a todo el mundo a tomar
posición. En 1969, Gary Snyder (el Jaffy Ryder de las novelas de Jack Kerouac),
uno de esos intelectuales ganados al budismo, volvió a publicar un famoso
artículo donde criticaba las instituciones budistas que aceptaban o ignoraban
las desigualdades en las que vivían y por esto incluso afianzaban las tiranías.
En él decía: "La revolución social ha sido la misericordia de Occidente;
el despertar personal en el sí mismo fundamental, la vacuidad, la misericordia
de Oriente. Necesitamos ambos." ("Buddhism and the
Coming revolution", Earth House Hold).
Algunos
años más tarde, Robert Aitken fundaba la Buddhist Peace Fellowship con los
miembros de su comunidad Zen y algunas personalidades del mundo budista como
Gary Snyder. En principio, su audiencia se limitó a Hawaii donde vivía Aitken
y, luego, a California, pero su influencia se extendió rápidamente a todos los
países anglófonos. Hoy, la BPF cuenta con alrededor de 4.000 miembros. Es una
de las organizaciones americanas más activas en materia de desarme, ecología o
derechos humanos. En 1987, fue la co-instigadora de una reunión interreligiosa
en Honduras y Nicaragua para resolver la crisis política en esos países.
Actualmente, desarrolla diversos programas de ayuda social en Asia.
Más
reciente y menos importante que la Buddhist Peace Fellowship, he International
Network of Engaged Buddhists (INEB) es, sin embargo, la organización más
innovadora en materia de reflexiones teóricas. Su sede está en Bangkok, pero
como indica su nombre, está constituida en red y cuenta con 400 miembros
pertenecientes a 33 países diferentes.
El Dalai-Lama, Thich Nhat Hanh y Maha
Ghosananda que forman parte de tres tradiciones diferentes (budismo tibetano,
Zen vietanimita, Theravada cambodjano), son miembros de honor de la misma. La
INEB nació en 1989 con la iniciativa de dos budistas, Teruo Maruyama y Sulak
Sivaraksa. El primero es un japonés, sacerdote de la escuela japonesa
Nichiren-shû. Antiguo miembro del Partido Comunista, Maruyama es conocido en su
país por sus acerbas críticas de las instituciones religiosas y por sus
diversas campañas no-violentas (contra los consorcios de la industria química y
la construcción del aeropuerto de Tokyo, entre otros).
El segundo, el doctor
Sulak Sivaraksa, es tailandés y sigue siendo uno de los principales teóricos
del movimiento. Él mismo dice estar influenciado por el pensamiento de Thich
Nhat Hanh, Gandhi y de los Quakers. Incluso si se desmarca, también sigue
profundamente impregnado por el modelo marxista. En su propio país, Sulak
Sivaraksa fue perseguido durante largo tiempo por sus actividades consideradas
como subversivas.
Las
acciones de la INEB son múltiples y puntuales. La sección japonesa de la red
milita, por ejemplo, por el reconocimiento de las exacciones de Japón durante
las últimas guerras: la masacre de Nankin, experimentaciones de los médicos
japoneses durante la segunda guerra mundial, etc. La INEB-Japón también ha
empezado con otro tabú de la sociedad japonesa: la esclavitud sexual controlada
por los yakuza, los mafiosos locales, sin vacilar en operar en condiciones
rocambolescas para salvar a prostitutas. Compradas en su país por 150.000 a
300.000 francos, se estima así que de 50 a 70.000 tailandesas son forzadas a
prostituirse en el país del Sol Naciente.
Los miembros de la INEB, a veces
monjes, van a los bares de prostitución donde intentan sensibilizar a las
jóvenes mujeres haciéndose pasar por clientes. Cuando se ha establecido el
contacto y una entre ellas manifiesta el deseo de escapar, organizan su fuga.
Operación difícil y peligrosa, los bares se encuentran bajo la estrecha
vigilancia de las bandas de malhechores. Llegan en gran número y en la
confusión, la sacan. En el transcurso de los últimos años, algunas decenas de
tailandesas han podido ser liberadas de esta manera.
Otra
acción reciente llevada a cabo, esta vez en Tailandia, por el doctor Sulak
Sivaraksa: la INEB se ha opuesto en 1998 a la construcción de un gasoducto de
una longitud de 260 kilómetros que transporta gas birmano hasta la provincia
tailandesa de Ratchaburi. La INEB, como numerosos grupos de oposición
tailandeses, acusaban a la PTT (Petrol Authority of Thailand), el consorcio
petrolero nacional, de no haber indemnizado lo suficiente a la población local,
de haber descuidado la protección del medio ambiente y, aún más grave, de
finanziar y sostener indirectamente la junta militar birmana mediante la compra
de este gas. A pesar de sus múltiples batallas (Sulak Sivaraksa se encadenó al
gasoducto en construcción y luego llevó a cabo acciones judiciales contra el
gobierno), el conjunto está actualmente en marcha.
¿UNA UTOPÍA...?
Mediante
este tipo de operaciones, los budistas comprometidos quieren mostrar que un
acercamiento tradicional es obsoleto y que el budismo debe encontrar respuestas
apropiadas a los problemas contemporáneos. Por más que hagamos, estamos
implicados en la mundialización y globalización de las economías.
¿Cómo
respetar el precepto de no matar cuando nuestros impuestos también contribuyen
al presupuesto de defensa? ¿Cómo respetar el precepto de no robar cuando
comprando productos de consumo contribuimos a la explotación del tercer mundo?
Para un Sulak Sivaraksa, la mera participación en la sociedad de consumo viola
todos los principios éticos.
El sufrimiento, problema esencial del budismo,
adquiere una nueva dimensión en nuestras sociedades. Por lo que en lo sucesivo,
un pensamiento budista debe incluir una reflexión sobre nuestra implicación en
el mundo, nuestras relaciones con el Estado, las empresas o las
multinacionales.
Para los budistas comprometidos, la acción es también
necesaria para modificar las relaciones de fuerza entre los individuos y los
actores sociales. El respeto, la no-violencia, la compasión son los leitmotivs
de estos nuevos artesanos de la paz. ¿Cambiarán ellos el mundo? En todo caso,
han prometido obrar, según el voto budista, "mientras haya seres que
salvar".
ÉRIC ROMMELUÉ
"Acercando
más el budismo al mundo contemporáneo, no se trata en ningún caso de olvidar lo
esencial, como por ejemplo los principios de la ética. Simplemente, hace falta
volver a darles un sentido en las sociedades en las que vivimos. En las
sociedades agrarias donde se ha desarrollado el budismo, las cosas eran más
simples… Podíamos decir "no mato, no robo, no cometo adulterio, no miento.
Soy una persona de bien" pero con la creciente complicación de nuestras
sociedades, ¡ya no es así! (…) Ya no es tan simple abstenerse de matar a todo
ser viviente.
Debemos preguntarnos:
¿Podemos
admitir que nuestros impuestos sirvan al armamento?
¿Debemos criar animales
para matarlos?
Con relación al segundo precepto, no robar, también cabe
preguntarse: incluso si no robamos nada directamente, ¿podemos aceptar ver cómo
los países ricos explotan a los países pobres mediante el sistema bancario
internacional y el orden económico mundial? De hecho, ¡participar en todo el
sistema de consumo ya es arriesgar a cada instante la violación de los tres
primeros preceptos! En cuanto al cuarto, abstenerse de palabras engañosas o
incorrectas, es particularmente difícil en un mundo basado en la comunicación
publicitaria y la propaganda política…
De hecho, el sufrimiento que, sin duda,
con frecuencia podía ser espantoso en la época de Buda, era, no obstante, más
sencillo de comprender.
La interdependencia entre los fenómenos se ha
convertido en algo muy complejo… Si no adaptamos la sabiduría budista a la
comprensión de la realidad social y a la búsqueda de una respuesta a las
preguntas que ésta pone, entonces el budismo corre el peligro de ser sólo una
especie de escapatoria a los problemas de este mundo, para uso de las clases
medias."
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