El
funcionamiento de las causas y los efectos puede no ser demasiado obvio. La
vida con frecuencia parece injusta. ¿Cómo es que un señor inescrupuloso y
egoísta se hace rico? ¿Por qué esa agradable mujer de la otra calle tiene
cáncer? ¿Por qué la gente nace en tan diferentes circunstancias? Seguramente un
niño no tuvo oportunidad de hacer las causas para nacer en la pobreza y el
hambre. Solamente podemos explicar esas circunstancias si entendemos que la
vida es eterna y que nuestro nacimiento fue determinado por las causas hechas
en vidas previas.
La
ley de causa y efecto es exacta. Podemos llegar a escapar de las leyes de la
sociedad, pero no hay escape de la ley de la causalidad, que está marcada
indeleblemente en nuestras vidas. Pero a pesar de que es estricta, no podemos
decir que sea injusta.
Evidentemente
nos da una explicación lógica para nuestras diferentes circunstancias de
nacimiento. Y más aún, es una enseñanza optimista, porque pone en nuestras
manos el poder de crear nuestros destinos.
Todo
lo que hacemos en esta vida afecta el balance positivo o negativo de nuestro
karma. Por ejemplo, si nacimos pobres pero dedicamos la vida a darle a otros
cualquier cosa que podamos darles, estamos haciendo causas para cambiar el
karma negativo de ser pobres. Por otra parte, si dedicamos la vida a envidiar,
u odiar, o a robar a los demás, estamos haciendo causas para aumentar el karma
negativo.
Cada
pensamiento, palabra y obra es una causa que crea un efecto. A un nivel simple,
si vamos a trabajar, nos pagarán, si hacemos ejercicios, estaremos fuertes. Por
lo tanto, el budismo enseña que el destino no es arbitrario, ni es impuesto por
una fuerza sobrenatural, sino que nosotros lo creamos en cada instante. Practicar
para los demás es hacerles conocer la Ley Mística a nuestros amigos, con el
sincero deseo -desde el corazón- de ayudarles a ser felices.
Para
entender esto un poco más, es bueno mencionar el concepto de las nueve
conciencias: El budismo define nueve conciencias, que ayudan a explicar cómo se
almacena el karma. Para no extender demasiado esta explicación, vamos a dejar
de lado las primeras siete y concentrarnos en la octava y novena. La octava
conciencia es el depósito del karma, es decir, donde se guardan los efectos de
todas las causas que generamos hasta este mismo instante, en ésta y en
anteriores vidas. Esta conciencia influencia nuestras reacciones en todo
momento.
Para
el budismo, esos patrones de comportamiento, tanto los nuestros como los de las
personas con las cuales nos relacionamos, son efecto de nuestro karma. Y del de
ellos también.
La
sicología intenta resolver esos patrones de comportamiento a través del
entendimiento y tomando conciencia. Sin embargo, un enfoque solamente racional
no resuelve el tema en su nivel más profundo, porque la razón por sí misma no
puede ir más allá del karma. Entonces, uno se queda atrapado en ese círculo
vicioso, respuestas y situaciones que vienen del karma negativo generan más
karma negativo.
Para
cambiar nuestro karma tenemos que ir más allá de la influencia de esa octava
conciencia, hasta la novena conciencia, que es pura y libre del karma. Nichiren
Daishonin definió la novena conciencia como myoho renge, la ley universal de la
vida. Y la forma de llegar hasta esa conciencia es entonar el Nam Myoho Renge
Kyo.
Cuando
entonamos Nam myojo rengue kyo, estamos expresando nuestra budeidad. A medida
que lo hacemos más y más, tomamos conciencia de las tendencias kármicas que nos
restringen y limitan. A medida que nuestra confianza crece, nos sentimos
capaces de desafiar esas tendencias y establecer una nueva dirección en
nuestras vidas, basados en nuestra siempre emergente budeidad.
El
karma no es una cuestión solamente individual. También compartimos el karma con
nuestras familias. Asimismo, lo compartimos con nuestras comunidades y la
sociedad en general. Ha habido muchos intentos de mejorar la sociedad por medio
de revoluciones: la revolución industrial, la revolución de clases, y así. Sin
embargo, a menos que tengamos un medio de hacer una revolución en nuestras
vidas, no podemos esperar alcanzar una paz y una sociedad constructiva
permanentes. Sin que podamos superar nuestra cólera, por ejemplo, ¿cómo podemos
esperar detener la guerra?
Al superar nuestro propio karma, por lo tanto, comenzamos una reacción en
cadena para cambiar el karma de nuestras familias, de nuestras comunidades y
del mundo.
Todos
tenemos experiencias o patrones de comportamiento que no conseguimos modificar.
Por ejemplo en nuestro trabajo, muchos de nosotros tenemos una persona en
particular que nos provoca reacciones, al menos, de malhumor. A pesar de que
nos decimos a nosotros mismos que la próxima vez será diferente, eso vuelve a
repetirse, una y otra vez. O está el caso de mujeres que fueron maltratadas por
sus esposos y que, a pesar de buscar un nuevo marido, se encuentran con que eso
vuelve a suceder.
Practicamos
para nosotros mismos, principalmente, entonando Nam Myoho Renge Kyo, que
significa: me dedico con devoción (NAM) a la ley mística (MYOHO) de causa y
efecto (RENGE) por medio de la voz (KYO). El daimoku –así se llama esta
práctica- tiene el gran poder de atravesar nuestro "depósito de karma”, de
manera de llegar hasta nuestra más profunda conciencia, la esencia de nuestra
vida o estado de Budeidad.
La
doctrina del karma tiene una gran implicancia: no podemos culpar a nadie más
por nuestro sufrimiento. Claro que esto no significa que los demás no cuentan;
ellos tendrán la recompensa por sus propias acciones. Lo importante es que
nuestro sufrimiento proviene de nuestro interior, no del exterior. A pesar de
que esto parece estricto, de hecho es en extremo liberador.
Después
de todo, no podemos cambiar a la otra gente. Mejor dicho, la única manera de
cambiar a otras personas es cambiar la manera en que nos relacionamos con
ellas, cambiándonos primero a nosotros mismos.
Cuando
abrimos nuestra naturaleza de Buda a través de entonar Nam Myoho Renge Kyo,
reaccionamos diferentemente ante los demás, basados en sabiduría y
misericordia, en lugar de hacerlo en cólera o avaricia. Por esto, la gente nos
responde de otra manera.
Crear nuestro
destino
El
budismo de Nichiren Daishonin considera que todas las personas tienen en sí
mismas el potencial de cambiar su propio karma, o dicho de otra manera, usted
puede crear su destino, sobrepasando la influencia de su karma.
Dijo
Nichiren: "El Buda descubrió una ley mística que simultáneamente contiene
la causa y el efecto, y la designó Myoho Renge. La ley de Myoho Renge está
incluida en todo fenómeno del universo. Por lo tanto, aquellos que practican
esta ley, simultáneamente adquieren la causa y el efecto de la Budeidad."
(Principales Escritos de Nichiren Daishonin Vol. 7) (La traducción se
simplificó para facilitar la comprensión.)
La
Budeidad es el más alto de los 10 estados de vida a que podemos aspirar. Lo
podemos caracterizar como un estado de máxima sabiduría y misericordia, pleno
de felicidad. Todos tenemos el potencial de la Budeidad en nosotros mismos, así
que un “buda” no es un ser superior, sino una persona como usted o como yo, que
hizo la práctica correcta.
¿Y
cuál es la práctica correcta -lo que en budismo denominamos la práctica de la
ley? La práctica está compuesta de dos aspectos: la práctica para uno mismo y
la práctica para los demás.
Entre
el sueño y el despertar, nuestra conciencia queda en un estado sub-conciente.
Similarmente, cuando morimos, nuestra vida queda en un estado latente. Y así,
la vida de uno continúa eternamente, alternando estados de vida y muerte. La
muerte es tan parte de la vida, como el dormir es parte del proceso de vivir.
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