viernes, 17 de agosto de 2012

¡¡¡...PREGUNTAS VANAS...!!!



Durante su prédica del primer giro de la rueda del Dharma, el Buda rehusó contestar catorce preguntas esotéricas —no porque no tuviera la capacidad de hacerlo, sino porque esas consideraciones no promueven (y pueden entorpecer) el desarrollo espiritual en las fases iniciales del sendero.

Las catorce preguntas:
El mundo, ¿es eterno?
¿o no lo es?
¿o es eterno y efímero a una vez?
¿ni lo uno ni lo otro?
El mundo, ¿es infinito?
¿o no lo es?
¿o es tanto infinito como finito?
¿ni lo uno ni lo otro?
El ser, ¿es idéntico al cuerpo?
¿o es diferente?
El Buda, ¿existe tras la muerte?
¿o no existe?
¿o existe y no existe a una vez?
¿ni lo uno ni lo otro?

 Cada vez que alguien indagaba sobre estos temas, el Buda repetía la parábola del soldado herido mortalmente con una flecha. Un médico hábil se disponía a extraer la punta envenenada, pero el soldado no lo permitió hasta antes discutir en detalle sus sospechas sobre quién disparó la flecha, y cuál sería su estirpe y rango; qué madera se habría utilizado para construir el astil, de qué ave provinieron las plumas para el emplumado, y de qué material sería la punta; cuán lejos y en qué trayectoria habría volado la saeta; y qué tipo de veneno y en qué cantidad cursaba por sus venas. El soldado murió.
Hay preguntas que nos distraen de aquello que resulta esencial reconocer en las primeras etapas de nuestro sendero espiritual, las cuatro verdades nobles: la característica fundamental de la vida material es la insatisfacción; la insatisfacción tiene como causa la ignorancia; la insatisfacción puede cesar; y hay un sendero que conduce al cese de la insatisfacción. Una vez estamos avanzando tranquilamente por el camino espiritual, tendremos la oportunidad —y la claridad mental— para considerar materias menos apremiantes.

Entrar en debates estériles sobre la infinitud del tiempo o el origen de los seres vivientes, mientras la vida se apaga a cada instante, es un juego superfluo al que no cabe apostar.

Al Morir Sólo EL Dharma Es Útil

Cuando me aprese la muerte, ¿cómo podrán ayudarme los parientes? ¿Cómo me han de socorrer los amigos? Todos quedarán atrás.

Sólo mis acciones virtuosas y negativas permanecerán conmigo. Debo reconocer esta realidad y analizarla bien.

Debo cultivar la certeza de la muerte:

Pronto moriré.

No sé cuándo he de morir, y nada me salvará en ese momento.

Desde el momento de la muerte en adelante, a través de vidas interminables, sólo el Dharma será beneficioso.

Ahora debo dedicar todo esfuerzo a la práctica.

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